martes, 21 de agosto de 2018

El debate


En una ocasión anterior, Pedro había razonado con sus hermanos concerniente a la conversión de Cornelio y sus amigos, y a su trato con ellos. Cuando relató en aquella ocasión como el Espíritu Santo descendió sobre los gentiles, declaró: "Así que, si Dios les dio el mismo don también como a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?" [Hechos 11:17]. Ahora, con igual fervor y fuerza, dijo: "Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo también como a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando con la fe sus corazones. Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?" Este yugo no era la ley de los diez mandamientos, como aseveran algunos que se oponen a la vigencia de la ley; Pedro se refería a la ley de las ceremonias, que fue anulada e invalidada por la crucifixión de Cristo. 

El discurso de Pedro dispuso a la asamblea para escuchar con paciencia a Pablo y Bernabé, quienes relataron lo que habían experimentado al trabajar por los gentiles. "Toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes maravillas y señales Dios había hecho por ellos entre los Gentiles" (Los hechos de los apóstoles, pp. 157, 158). 

Dios desea que los hombres comprendan qué espera de ellos. Juzgará a todo hombre que se interponga entre sus semejantes y Dios, para conducirlos por sendas que no han sido trazadas para los redimidos. ‘‘Hace conocer todo esto desde tiempos antiguos" [Hechos 15:18]. Ha ordenado que sus obras se presenten ante el mundo con perfiles nítidos, santos y sagrados. El reino de Dios no es visible, sino que se manifiesta mediante la suave inspiración de su Palabra y la obra de su Espíritu en el alma. En muchos lugares del mundo su obra habría progresado mucho más si el hombre no se hubiera interpuesto entre el pueblo y Dios, para hacer una obra que el Señor no ha señalado (Cada día con Dios, p. 191)

Santiago parece haber sido escogido para anunciar la decisión a la cual había llegado el concilio. Su sentencia fue que la ley ceremonial, y especialmente el rito de la circuncisión, no debía imponerse a los gentiles, ni aun recomendarse. Santiago trató de grabar en la mente de sus hermanos el hecho de que, al convertirse a Dios, los gentiles habían hecho un gran cambio en sus vidas, y que debía ejercerse mucha prudencia para no molestarlos con dudosas y confusas cuestiones de menor importancia, no fuera que se desanimaran en seguir a Cristo. 

Los conversos gentiles, sin embargo, debían abandonar las costumbres inconsecuentes con los principios del cristianismo. Los apóstoles y ancianos convinieron por lo tanto en pedir a los gentiles por carta que se abstuvieran de los alimentos ofrecidos a los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado, y de sangre. Debía instárselos a guardar los mandamientos, y a vivir una vida santa. Debía asegurárseles también que los que habían declarado obligatoria la circuncisión no estaban autorizados por los apóstoles para hacerlo (Los hechos de los apóstoles, pp. 158, 159). 

 NOTAS DE ELENA ESCUELA SABÁTICA


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