El Salvador mismo, durante su ministerio terrenal, predijo la difusión del evangelio entre los gentiles. En la parábola de la viña, declaró a los impenitentes judíos: "El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que haga los frutos de él" [Mateo 21 :43]. Y después de su resurrección, comisionó a sus discípulos a ir "por todo el mundo", y doctrinar "a todos los Gentiles". No debían dejar a nadie sin amonestar, sino que habían de predicar "el evangelio a toda criatura" [Mateo 2R: 19; Marcos 16: 15].
Al volverse a los gentiles en Antioquía de Pisidia, Pablo y Bernabé no dejaron de trabajar por los judíos dondequiera que tuviesen oportunidad de hacerse oír. Más tarde, en Tesalónica, en Corinto, en Efeso y en otros centros importantes, Pablo y sus compañeros de labor predicaron el evangelio tanto a los judíos como a los gentiles. Pero sus mejores energías se dirigieron desde entonces a la edificación del reino de Dios en territorio pagano, entre pueblos que no tenían sino poco o ningún conocimiento del verdadero Dios y de su Hijo (Los hechos de los apóstoles, p. 141).
Cuando el cristiano está esperando deberes y severas pruebas que anticipa que vendrán sobre él debido a su profesión de fe cristiana, es propio de la naturaleza humana contemplar las consecuencias y evadirlas y esto ocurrirá en forma decidida a medida que nos acercamos al fin de la historia de la tierra. Podemos ser animados por la veracidad de la Palabra de Dios, de que Cristo nunca defraudó a sus hijos como su seguro Dirigente en la hora de la prueba; pues tenemos el registro veraz, de que los que han estado bajo los poderes opresores de Satanás han tenido a su disposición una gracia proporcional a sus días. Dios es fiel y no permitirá que seamos tentados más de lo que podamos soportar...
El [creyente] no debe estar haciendo grandes preparativos para protegerse de las pruebas, porque es solo un instrumento de Dios, y debe avanzar con un solo gran propósito, con su mente y su alma fortalecidas día tras día, para no sacrificar un solo principio de su integridad (Mensajes selectos, t. 3, pp. 454, 455).
Aunque el pecador no puede salvarse a sí mismo, tiene sin embargo algo que hacer para conseguir la salvación. "Al que a mí viene, no le echo fuera" [Juan 6:37]. Pero debemos ir a él; y cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, debemos creer que nos acepta y nos perdona. La fe es el don de Dios, pero el poder para ejercitarla es nuestro...
Nada excepto la justicia de Cristo puede hacernos merecedores de una sola de las bendiciones del pacto de la gracia. Muchos son los que durante largo plazo han deseado obtener estas bendiciones, pero no las han recibido, porque han creído que podían hacer algo para hacerse dignos de ellas. No apartaron las miradas de sí mismos ni creyeron que Jesús es un Salvador absoluto. No debemos pensar que nuestros propios méritos nos han de salvar; Cristo es nuestra única esperanza de salvación (Patriarcas y profetas, p. 458).
================== NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III TRIMESTRE DEL 2018 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA ===================
No hay comentarios:
Publicar un comentario