miércoles, 22 de agosto de 2018

- El decreto apostólico


Al establecerse en Canaán, se permitió a los israelitas que consumieran alimento animal, pero bajo prudentes restricciones encaminadas a mitigar los malos resultados. El uso de la carne de cerdo quedaba prohibido, como también el de la de otros animales, de ciertas aves y de ciertos peces, declarados inmundos. De los animales declarados comestibles, la grasa y la sangre quedaban absolutamente proscritas ...

Por haberse apartado del plan señalado por Dios en asunto de alimentación, los israelitas sufrieron graves perjuicios. Desearon comer carne y cosecharon los resultados. No alcanzaron el ideal de carácter que Dios les señalara ni cumplieron los designios divinos. El Señor "les dio lo que pidieron; mas envió flaqueza en sus almas" [Salmos 106: 15]. 

Preferían lo terrenal a lo espiritual, y no alcanzaron la sagrada preeminencia a la cual Dios se había propuesto que llegasen (El ministerio de curación, pp. 240, 241).

Dios exige hoy de su pueblo que se mantenga tan distinto del mundo, en sus costumbres, hábitos y principios, como debía serlo el antiguo Israel. Si siguen fielmente las enseñanzas de su Palabra, existirá esta distinción; no podrá ser de otra manera. Las advertencias dadas a los hebreos para que no se relacionaran ni mezclaran con los paganos no eran más directas ni más terminantes que las hechas a los cristianos para prohibirles que imiten el espíritu y las costumbres de los impíos. Cristo nos dice: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él" [1 Juan 2: 15] (Patriarcas y profetas, p. 489).

El Espíritu de Cristo se manifestará en todos aquellos que han nacido de Dios. La disensión y la contienda no pueden surgir entre los que son controlados por su Espíritu. "Purificaos los que lleváis los utensilios de Jehová" [lsaías 52:11]. La iglesia raras veces perseguirá una norma más elevada que la que han establecido sus ministros. Necesitamos un ministerio convertido y un pueblo convertido (Testimonios para la iglesia, p. 210). 

No debe haber palabras hirientes, reprensiones irritantes, porque los ángeles de Dios están recorriendo cada habitación. Cristo anhela alabar a cada fiel obrero y lo hará. Cada acto bueno es registrado en el libro. Pueden cometerse pequeños errores, pero las palabras de censura levantan sentimientos de venganza y Dios es deshonrado ... Cada palabra hablada irreflexiva o imprudentemente debería retirarse en el acto ...

Debemos recordar que como cristianos que profesamos trabajar en unidad no debemos actuar como los pecadores, cuyas palabras y acciones pecaminosas, a menos que se arrepientan de ellas, los condenarán (En los lugares celestiales, p. 184).



No hay comentarios:

Publicar un comentario