Jesús y el libro de Apocalips...
La Palabra de Dios es nuestra consejera; porque nos trasporta de una edad a otra, dando testimonio de la invariabilidad de la verdad. No se ha gastado ninguna de las antiguas defensas de la Palabra de Dios, apropiada para épocas especiales. Ninguna parte de la Biblia ha envejecido ni ha muerto. Debemos estudiar hoy la historia antigua del pueblo de Dios, para que podamos beneficiarnos con las enseñanzas e incidentes por ella registrados (Mi Vida hoy, p. 25).
Nadie piense que al no poder explicar el significado de cada símbolo del Apocalipsis, es inútil seguir escudriñando el libro en un esfuerzo de conocer el significado de la verdad que contiene. El que reveló0 esos misterios a Juan dará al investigador diligente de la verdad un goce anticipado de las cosas celestiales. Los que tengan sus corazones abiertos para la recepción de la verdad, serán capacitados para entender sus enseñanzas, y se les otorgará la bendición prometida a los que "oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas".
En el Apocalipsis todos los libros de la Biblia se encuentran y terminan. En él está el complemento del libro de Daniel. Uno es una profecía, el otro una revelación (Hechos de los apóstoles, p. 467). Los peligros de los últimos días están sobre nosotros, y en nuestro trabajo hemos de amonestar a la gente acerca del peligro en que está. No se dejen sin tratar las solemnes escenas que la profecía ha revelado. Si nuestros hermanos estuvieran despiertos, aunque fuera a medias, si se dieran cuenta de la cercanía de los sucesos descriptos en el Apocalipsis, se realizaría una reforma en nuestras iglesias, y muchos más creerían el mensaje... Dejad que hablen Daniel y el Apocalipsis, y digan cuál es la verdad. Pero sea cual fuere el aspecto del tema que se presente, ensalzad a Jesús como el centro de toda esperanza, "la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana" (Testimonios para los ministros, p. 118).
Cristo está en medio de los siete candeleros de oro, caminando de iglesia en iglesia, de congregación en congregación, de corazón en corazón. El que guarda a Israel no duerme ni descansa. Si el candelero fuera dejado al cuidado de agentes humanos, cuán a menudo la luz titilaría y se extinguiría. Pero Dios no ha puesto a la iglesia en manos de hombres. Cristo, el que dio su vida por el mundo para que todo aquel cree no se pierda, mas tenga vida eterna, es el genuino Guardián de la casa. Es el Vigilante fiel y verdadero de los atrios del templo del Señor. Tenemos motivos para agradecer a Dios porque no dependemos de la presencia de sacerdotes o ministros terrenales. Somos guardados por el poder de Dios. La presencia y la gracia de Cristo es el secreto de toda vida y luz (Alza tus ojos, p. 205)
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