Con vosotros todos los días, hasta el fin.
La historia de la verdad ha sido siempre el relato de una lucha entre el bien y el mal. La proclamación del evangelio se ha realizado siempre en este mundo haciendo frente a la oposición, los peligros, las pérdidas y el sufrimiento.
¿Cuál fue la fortaleza de los que en tiempos pasados padecieron persecución por causa de Cristo? Consistió en su unión con Dios, con el Espíritu Santo y con Cristo. El vituperio y la persecución han separado a muchos de sus amigos terrenales, pero nunca del amor de Cristo. Nunca es tan amada de su Salvador el alma combatida por las tormentas de la prueba como cuando padece afrenta por la verdad. "Yo le amaré, y me manifestaré a él," dijo Cristo. Juan 14:21.
Cuando el creyente se sienta en el banquillo de los acusados ante los tribunales terrenales por causa de la verdad, está Cristo a su lado. Cuando se ve recluido entre las paredes de una cárcel, Cristo se le manifiesta y le consuela con su amor. Cuando padece la muerte por causa de Cristo, el Salvador le dice: Podrán matar el cuerpo, pero no podrán dañar el alma. "Confiad, yo he vencido al mundo". Juan 16:33. "No temas, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia". Isaías 41:10 (Los hechos de los apóstoles, pp. 69, 70).
Aquellos que procuran ser fieles a Dios deben negarse muchos de los placeres mundanos; su camino puede ser cortado, y su obra puede ser estorbada por los enemigos de la verdad; pero no hay ningún poder capaz de cerrar la puerta de comunicación entre Dios y sus almas... Todos los días tenemos el precioso privilegio de conectarnos con Cristo, quien ha abierto una puerta delante de nosotros. Todo el cielo está a nuestras órdenes. Si somos hijos obedientes de Dios, obtendremos diariamente una medida de gracia. No importa qué tentaciones, dificultades o persecuciones nos sobrevengan, no debemos desanimarnos. Ni el hombre ni Satanás pueden cerrar la puerta que Cristo ha abierto para nosotros (Nuestra elevada vocación, p. 130).
Dios no conduce nunca a sus hijos de otra manera que la que ellos elegirían si pudiesen ver el fin desde el principio, y discernir la gloria del propósito que están cumpliendo como colaboradores suyos. Ni Enoc, que fue trasladado al cielo, ni Elías, que ascendió en un carro de fuego, fueron mayores o más honrados que Juan el Bautista, que pereció solo en la mazmorra, "A vosotros es concedido por Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él" Filipenses 1:29. Y de todos los dones que el Cielo puede conceder a los hombres, la comunión con Cristo en sus sufrimientos es el más grave cometido y el más alto honor (El Deseado de todas las gentes, p. 197).
Notas de Elena G. de White Lección 1: Para el 7 de abril de 2018 El conflicto cósmico Escuela Sabática – Segundo trimestre 2018
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