lunes, 23 de abril de 2018

Escuela Sabática - Lunes 23 de Abril del 2018




El amor de Cristo.

El pecado separó a la raza humana de Dios; un abismo incipiente se abrió entre ellos y, a menos que ese abismo se cerrara, la humanidad estaría condenada a la destrucción eterna. El golfo era profundo y peligroso. Se necesitaba algo totalmente increíble para resolver el problema del pecado y reunir a la humanidad pecadora con un Dios justo y santo. Requería que Alguien eterno como Dios mismo, Alguien tan divino como Dios mismo, se convirtiese en un ser humano y, en esa humanidad, se ofreciese como sacrificio por nuestros pecados. 

Lee Juan 1:1 al 3 y 14, y Filipenses 2:5 al 8. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de quién es Jesús?

Cristo era eterno y no dependía de nadie ni de nada para su existencia. Él era Dios; no la mera apariencia exterior de Dios, sino Dios mismo. Su naturaleza esencial era divina y eterna. Jesús retuvo esa divinidad, pero se convirtió en ser humano para guardar la Ley en carne humana y morir como sustituto de quienes han violado la Ley, que somos todos nosotros (Rom. 3:23). 

Cristo se hizo humano, sin ninguna ventaja sobre los demás seres humanos. Guardó la Ley de Dios no mediante su poder divino e interno, sino confiando en el mismo poder divino y externo disponible para cualquier otro ser humano. Jesús era completamente Dios y completamente humano.

Esto significa que el que sostiene “todas las cosas con la palabra de su poder” (Heb. 1:3) era el mismo que fue hallado como un “niño acostado en el pesebre” (Luc. 2:16). Significa que el que “es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten” (Col. 1:17) es el mismo que, como niño humano, “crecía en sabiduría y en estatura” (Luc. 2:52). Esto significa que Aquel sin quien “nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3) es el mismo al que “mataron colgándolo de un madero” (Hech. 5:30).

Si todo esto nos revela el amor de Cristo por nosotros, y el amor de Cristo por nosotros no es más que una manifestación del amor del Padre por nosotros, ¡entonces no es de extrañar que tengamos tantas razones para regocijarnos y ser agradecidos! Lee Romanos 8:38 y 39. ¿En qué medida lo que leímos en el estudio de hoy nos da poderosas razones para confiar en lo que Pablo nos dice aquí?

====== LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA I TRIMESTRE DEL 2018 Narrado por: Daniel Herrera Desde: Guatemala

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