Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que velan para tener su dirección y gracia, es dado el Espíritu. El poder de Dios aguarda que ellos lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela. Es dada según las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para proporcionarla a toda alma según su capacidad para recibirla.
Cuando el espíritu Santo mora en el corazón, inducirá al instrumento humano a ver sus propios defectos de carácter, a compadecerse de las debilidades de otros, a perdonar como desea que se le perdone; será compasivo, cortés, semejante a Cristo. El Espíritu Santo imparte amor, gozo, paz, fortaleza y consuelo; es un manantial de agua que salta para vida eterna. Y la bendición es gratuita (The Faith I Live By, p. 53; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 55).
Cristo ha prometido el don de su Espíritu a su iglesia, y la promesa nos pertenece tanto a nosotros como a los primeros discípulos. Pero ésta, como otras promesas, también es dada bajo una condición. Hay muchos que creen y profesan pedir el cumplimiento de la promesa del Señor; hablan acerca de Cristo y acerca del Espíritu Santo, y sin embargo no reciben ningún beneficio. No entregan el alma para ser guiada y regida por los instrumentos divinos. No podemos utilizar al Espíritu Santo. El Espíritu Santo ha de usarnos a nosotros. Mediante el Espíritu, Dios obra en su pueblo "el querer como el hacer, por su buena voluntad" [Filipenses 2:13]. Pero muchos no quieren someterse a esto. Quieren gobernarse a sí mismos. Por esto no reciben el don celestial. El Espíritu es dado únicamente a aquellos que esperan con humildad en Dios, quienes buscan su dirección y gracia...
No tiene límite la utilidad de aquel que, poniendo a un lado el yo, permite que el Espíritu Santo obre en su corazón, y vive una vida plenamente consagrada a Dios... Si su pueblo quita las obstrucciones, él derramará las aguas de la salvación en corrientes abundantes, mediante los canales humanos (Nuestra elevada vocación, p. 153).
En estas horas finales del tiempo de gracia concedido a los hijos de los hombres, cuando falta tan poco para que la suerte de cada alma sea decidida para siempre, el Señor del cielo y de la tierra espera que su iglesia se levante a obrar como nunca antes. Los que han sido libertados en Cristo por un conocimiento de la verdad preciosa son considerados por el Señor Jesús como sus escogidos, favorecidos por sobre todos los demás en la tierra; y él espera de ellos que manifiesten las alabanzas de Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Las bendiciones tan liberalmente concedidas deben ser comunicadas a otros. La buena nueva de la salvación debe ir a toda nación, tribu, lengua y pueblo.
En las visiones de los profetas antiguos se representaba al Señor de gloria como otorgando luz especial a su iglesia en los días de tinieblas e incredulidad que preceden a su segunda venida. Como Sol de Justicia, iba a levantarse sobre su iglesia, para traer "salud" "en sus alas" [Malaquías 4:2]. Y de todo verdadero discípulo debe irradiar una influencia que difunda vida, valor, auxilio y verdadera sanidad (Profetas y reyes, pp. 528, 529). Viernes 13 de julio: Para estudiar y meditar La maravillosa gracia de Dios, "Cristo comparte el trono de su Padre", p. 79. =======================
Notas de Elena G. de White para el estudio de las lecciones de Escuela Sabática Esta semana: Lección 2 - El Pentecostés Para el 14 de julio del 2018 Lecciones de Escuela Sabática – Tercer trimestre 2018 EL LIBRO DE HECHOS Narración: Maira Fermin
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