jueves, 5 de julio de 2018

EL DUODÉCIMO APÓSTOL


EL DUODÉCIMO APÓSTOL

Si en los días de Cristo era necesario que los creyentes usasen de prudencia para la elección de los hombres que habían de asumir las responsabilidades, cuánto mayor será en este tiempo nuestra necesidad de obrar con gran discreción. Debemos presentar a Dios cada caso, y en oración ferviente pedir al Señor que elija por nosotros. 

El Dios del cielo ha escogido a hombres de experiencia para llevar las responsabilidades de su causa. Esos hombres han de ejercer una influencia especial... Los que son elegidos para llevar cargas en la causa de Dios no deben mostrarse imprudentes, ni llenos de confianza en sí mismos, ni tampoco egoístas. Nunca deben su influencia y su ejemplo estimular el mal. El Señor no permitió jamás a nadie, sea hombre o mujer, que presente ideas que quiten a la obra su carácter sagrado e introduzcan en ella un sentimiento de vulgaridad. La obra de Dios debe volverse más y más sagrada a la vista de su pueblo. Por todos los medios posibles, los que han sido puestos como sobreveedores de la obra de Dios en nuestras instituciones deben dar siempre preeminencia a la voluntad y el camino de Dios. La salud de la obra en general depende de la fidelidad de los hombres designados para hacer cumplir la voluntad divina en las iglesias (Testimonios para la iglesia, t.9,p.211).

El Señor no trabaja valiéndose del azar. Buscadlo muy fervientemente en oración. El impresionará la mente, y dará lenguaje y expresión. Los hijos de Dios deben ser educados para que no confíen en invenciones humanas ni en pruebas inciertas como un recurso para conocer la voluntad de Dios acerca de ellos. Satanás y sus agentes siempre están listos para penetrar por cualquier abertura que se presente con el propósito de descarriar las almas de los puros principios de la Palabra de Dios. Los que son conducidos y enseñados por Dios no darán lugar a artificios para los cuales no hay un "Así dice Jehová" (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1054). La voluntad de Dios se expresa en los preceptos de su sagrada ley, y los principios de esta ley son los principios del cielo. Los ángeles que allí residen no alcanzan conocimiento más alto que el saber la voluntad de Dios, y el hacer esa voluntad es el servicio más alto en que puedan ocupar sus facultades. En el cielo no se sirve con espíritu legalista. Cuando Satanás se rebeló contra la ley de Jehová, la noción de que había una ley sorprendió a los ángeles casi como algo en que no habían soñado antes. En su ministerio, los ángeles no son como siervos, sino como hijos. Hay perfecta unidad entre ellos y su Creador. La obediencia no es trabajo penoso para ellos. El amor a Dios hace de su servicio un gozo. Así sucede también con toda alma en la cual mora Cristo, la esperanza de gloria. Ella repite lo que dijo él: "Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío, y tu ley está en medio de mi corazón" [Salmo 40:8] (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 93, 94). Nuestra voluntad finita debe ser sometida a la voluntad del Infinito; la voluntad humana debe unirse a la divina. Esto traerá al Espíritu Santo en nuestra ayuda, y cada conquista tenderá a la recuperación de la posesión comprada por Dios, a la restauración de su imagen en el ser. El Señor Jesús actúa mediante el Espíritu Santo, pues este es su representante. Por medio de él infunde vida espiritual en el ser, avivando sus energías para el bien, limpiándola de la impureza moral, y dándole idoneidad para su reino. Jesús tiene grandes bendiciones para otorgar, ricos dones para distribuir entre los hombres. Es el Consejero maravilloso, infinito en sabiduría y fuerza, y si queremos reconocer el poder de su Espíritu y sometemos a ser amoldados por él, nos haremos completos en él. ¡Qué pensamiento es este! (Mensajes para los jóvenes, p. 38, 39). ================== NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III TRIMESTRE DEL 2018 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA =================== || www.drministries.org ||





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