LA RESTAURACIÓN DE ISRAEL
Hay dos clases de profecías mesiánicas en el Antiguo Testamento: una que prevé un Mesías majestuoso que gobierna para siempre (Sal. 89:3, 4, 35-37 ( CB ) ; Isa. 9:6, 7; Eze. 37:25; Dan. 2:44; 7:13, 14), y otra que predice que el Mesías muere por los pecados del pueblo (Isa. 52:13-53:12; Dan. 9:26). Esas profecías no se contradicen entre sí. Solo apuntan a dos fases consecutivas del ministerio del Mesías: primero sufre, y luego se convierte en Rey (Luc. 17:24, 25; 24:25, 26).
No obstante, el problema era que las expectativas mesiánicas judías del siglo I eran unilaterales. La esperanza de un Mesías regio que traería liberación política oscureció la noción de un Mesías que sufriría y moriría. Al principio, los discípulos compartían esta esperanza de un Mesías regio. Creían que Jesús era el Mesías (Mat. 16:16, 20) y, algunas veces, fueron sorprendidos peleándose entre sí por quiénes se sentarían a su lado cuando fuese entronizado (Mar. 10:35-37; Luc. 9:46).
A pesar de las advertencias de Jesús acerca del destino que le esperaba, ellos simplemente no podían entender lo que él les quería decir. Por ende, cuando murió, se confundieron y se desanimaron. Según sus propias palabras: “Nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido” (Luc. 24:21).
Lee Hechos 1:6 ( CB ) . ¿Qué nos dice esta pregunta respecto de lo que todavía no entendían? ¿De qué modo les respondió Jesús en Hechos 1:7 ( CB ) ?
Si la muerte de Jesús representó un golpe fatal para la esperanza de los discípulos, la resurrección la revivió, y elevó sus expectativas políticas a un nivel quizá sin precedentes. Parecía natural concebir la resurrección como un fuerte indicador de que el reino mesiánico finalmente se establecería. Sin embargo, frente a la pregunta de ellos, Jesús no respondió directamente. Él no rechazó la premisa detrás de la pregunta de los discípulos acerca de un reino inminente, pero tampoco la aceptó. Dejó el asunto en suspenso, mientras les recordaba que el tiempo de las acciones de Dios le pertenece a Dios y, como tal, es inaccesible para los seres humanos. Según Lucas 24:25 ¿cuál era el verdadero problema de los discípulos? ¿Por qué nos resulta fácil creer lo que queremos creer, aunque difiera de lo que realmente enseña la Biblia? ¿De qué forma podemos evitar esta trampa?
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