jueves, 26 de julio de 2018

| La propagación del evangelio |...


LA PROPAGACIÓN DEL EVANGELIO.

El triunfo sobre Esteban provocó una persecución masiva contra los creyentes de Jerusalén, sin duda instigada por el mismo grupo de opositores. El líder del grupo era Saulo, que causó un gran daño a la iglesia (Hech. 8:3; 26:10). Sin embargo, la persecución resultó tener un buen efecto. 

De hecho, al dispersarse por toda Judea y Samaria, los creyentes iban predicando el evangelio. Entonces se cumplió el mandato de testificar en esos lugares (Hech. 1:8).

Lee Hechos 8:4 al 25. ¿Qué lecciones se revelan en este relato? Los samaritanos eran medio israelitas, incluso desde el punto de vista religioso. Eran monoteístas que aceptaban los primeros cinco libros de Moisés (el Pentateuco), practicaban la circuncisión y esperaban al Mesías. Sin embargo, para los judíos, la religión samaritana se había corrompido, lo que significa que los samaritanos no tenían ninguna participación en las misericordias del Pacto de Israel.

La inesperada conversión de los samaritanos asombró a la iglesia de Jerusalén, por lo que los apóstoles enviaron a Pedro y a Juan para evaluar la situación. El hecho de que Dios haya retenido a su Espíritu hasta que llegaran Pedro y Juan (Hech. 8:14-17) probablemente fue para convencer a los apóstoles de que los samaritanos debían ser aceptados como miembros plenos de la comunidad de la fe (ver Hech. 11:1-18). 

Sin embargo, no se detuvo allí. En Hechos 8:26 al 39, tenemos la historia de Felipe y el etíope, un eunuco, que después de un estudio bíblico pidió el bautismo. “Y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó” (Hech. 8:38). 

Primero, los samaritanos; luego, el etíope, un extranjero que había venido a Jerusalén para adorar y ahora estaba volviendo a su casa. El evangelio estaba cruzando las fronteras de Israel y llegando al mundo, como se predijo. No obstante, todo esto era solo el comienzo, ya que estos primeros creyentes judíos pronto viajarían por todo el mundo conocido y predicarían la gran noticia de la muerte de Jesús, que pagó el castigo por sus pecados y les ofrece a todos, en todas partes, la esperanza de la salvación. 

Pedro le dijo a Simón que iba “camino a la amargura y a la esclavitud del pecado” (Hech. 8:23). ¿Cuál era la solución para su problema, y para cualquier persona que quizás esté en una situación similar?

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