LOS VIVOS Y LOS MUERTOS.
El resplandor que procede del verdadero cristiano testifica de su unión con Cristo. El yo está oculto a la vista y Cristo es revelado.
El Cielo reconoce el cumplimiento de la promesa... "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es". 1 Juan 3:2. Entonces aquellos cuyas vidas han estado ocultas en Cristo, quienes han peleado la buena batalla de la fe en esta tierra, resplandecerán con la gloria del Redentor en el reino de Dios (Reflejemos a Jesús, p. 99).
Cuando Cristo venga nuestros cuerpos han de ser transformados y hechos como su cuerpo glorioso; pero el carácter vil no será hecho santo entonces. La transformación del carácter debe ocurrir antes de su venida. Nuestras naturalezas deben ser puras y santas; debemos tener la mente de Cristo, para que él contemple con placer su imagen reflejada sobre nuestras almas (Nuestra elevada vocación, p. 280).
Todos se levantan con la lozanía y el vigor de eterna juventud. Al principio, el hombre fue creado a la semejanza de Dios, no solo en carácter, sino también en lo que se refiere a la forma y a la fisonomía. El pecado borró e hizo desaparecer casi por completo la imagen divina; pero Cristo vino a restaurar lo que se había malogrado. El transformará nuestros cuerpos viles y los hará semejantes a la imagen de su cuerpo glorioso. La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba.
Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva. Las últimas señales de la maldición del pecado serán quitadas, y los fieles discípulos de Cristo aparecerán en "la hermosura de Jehová nuestro Dios", reflejando en espíritu, cuerpo y alma la imagen perfecta de su Señor. ¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida!...
Los ángeles "juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro". Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios (El conflicto de los siglos, pp. 627, 628).
Por medio de la obra redentora de Cristo, el gobierno de Dios queda justificado. El Omnipotente es dado a conocer como el Dios de amor.
Las acusaciones de Satanás quedan refutadas y su carácter desenmascarado. La rebelión no podrá nunca volverse a levantar. El pecado no podrá nunca volver a entrar en el universo. A través de las edades eternas, todos estarán seguros contra la apostasía. Por el sacrificio abnegado del amor, los habitantes de la tierra y del cielo quedarán ligados a su Creador con vínculos de unión indisoluble.
La obra de la redención estará completa. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia de Dios. La tierra misma, el campo que Satanás reclama como suyo, ha de quedar no solo redimida sino exaltada. Nuestro pequeño mundo, que es bajo la maldición del pecado la única mancha obscura de su gloriosa creación, será honrado por encima de todos los demás mundos en el universo de Dios ... Y a través de las edades sin fin, mientras los redimidos anden en la luz del Señor, le alabarán por su Don inefable: Emmanuel; "Dios con nosotros" (El Deseado de todas las gentes, p. 18).
NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA II TRIMESTRE DEL 2018 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA
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