lunes, 17 de septiembre de 2018

Notas de Elena - Ante Festo

Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo [Hechos 25:1 O, 11]. Una vez más, a causa del odio nacido del fanatismo y de la justicia propia, un siervo de Dios fue inducido a buscar protección entre los paganos ... Y el pueblo de Dios que vive en este siglo tiene todavía que afrontar este odio. Entre muchos de los profesos seguidores de Cristo existe el mismo orgullo, formalismo y egoísmo, el mismo espíritu opresor, que reinaba en tan grande medida en el corazón de los judíos ...

En la gran crisis por la cual tendrán que pasar pronto, los fieles siervos de Dios encontrarán la misma dureza de corazón, la misma cruel determinación y el mismo odio implacable ...

Solamente aquellos que vivan en conformidad con la norma divina, permanecerán firmes en el tiempo de la prueba. Cuando los gobernantes seculares se unan con los ministros de la religión para legislar en asuntos de conciencia, entonces se verá quiénes realmente temen y sirven a Dios. Cuando las tinieblas sean más profundas, la luz de un carácter semejante al de Dios brillará con el máximo fulgor (Conflicto y valor, p. 354).

Al tratar con hombres irrazonables y malvados, los que creen en la verdad deben tener cuidado de no descender a la misma altura y no usar las mismas armas satánicas que emplean sus enemigos, es decir, no deben dar rienda suelta a sus fuertes sentimientos personales, no sea que al hacerlo susciten contra sí mismos y contra la obra que el Señor les ha confiado una enemistad apasionada y amarga. Mantengamos en alto a Cristo. Somos colaboradores de Dios. Se nos han proporcionado poderosas armas espirituales para derribar las fortalezas del enemigo.

De ningún modo debemos representar mal nuestra fe introduciendo elementos anticristianos en nuestra obra (Cada día con Dios, p. 97).

La diferencia entre el carácter de Cristo y el de los otros hombres de su época era perfectamente perceptible, y por causa de esa diferencia el mundo lo aborreció. Lo odiaba por su bondad y su estricta integridad. Y Cristo declaró que los que manifestaran esos mismos atributos, también serían odiados. A medida que nos acerquemos al fin del tiempo, este odio por los seguidores de Cristo será cada vez más evidente.

Jesús tomó la naturaleza humana y soportó el odio del mundo para demostrar a los hombres y las mujeres que pueden vivir sin pecado, para que sus palabras, sus actos y su actitud pudieran ser santificados por Dios. Podemos ser perfectos cristianos si manifestamos este poder en nuestras vidas. Cuando la luz del cielo repose sobre nosotros continuamente, representaremos a Cristo. La luz de la justicia revelada en su vida, distinguió a Jesús del mundo, y suscitó su odio (Mente, carácter y personalidad, pp. 546, 547).

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