Después de Mileto, Lucas registra el viaje de Pablo con cierto detalle. Aún en camino a Jerusalén, el apóstol pasó una semana en Tiro, en la costa fenicia, donde debía descargar el barco (Hech. 21:1-6). Sin embargo, mientras estuvo allí, los creyentes lo instaron a que no fuera a Jerusalén. El hecho de que los creyentes fueran guiados por el Espíritu para advertirle a Pablo que no fuera a Jerusalén no necesariamente está en contradicción con la orientación anterior del apóstol.
El griego eteto en to pneumati, de Hechos 19:21, debería traducirse como “resolvió/se propuso en el Espíritu”, en lugar de dar a entender que Pablo tomó esta decisión por su cuenta. El hecho es que el Espíritu quizá les haya mostrado a los cristianos de Tiro los peligros que le sobrevendrían a Pablo; y por ende, con gran preocupación, le recomendaron que no prosiguiera con su objetivo. Ni siquiera Pablo estaba seguro de lo que le sucedería en Jerusalén (Hech. 20:22, 23). La dirección divina no siempre deja todo en claro, incluso para alguien como Pablo.
Lee Hechos 21:10 al 14 ( CB ) . ¿Qué incidente especial tuvo lugar en Cesarea con respecto al viaje de Pablo a Jerusalén?
Agabo era un profeta de Jerusalén que ya fue presentado en el relato de la hambruna en Hechos 11:27 al 30. Al igual que algunas profecías del Antiguo Testamento (por ejemplo, Isa. 20:1-6; Jer. 13:1-10), su mensaje fue actuado; funcionó como una ilustración vívida de lo que le sucedería a Pablo al llegar a Jerusalén, de cómo lo entregarían sus enemigos a los gentiles (los romanos). Los que estaban con Pablo aparentemente consideraron que el mensaje de Agabo era una advertencia, no una profecía, por lo que intentaron por todos los medios convencer al apóstol de que no debía ir a Jerusalén. Aunque Pablo quedó profundamente conmovido por la reacción de ellos, estaba decidido a cumplir su misión, incluso a costa de su propia vida. Para él, la integridad del evangelio y la unidad de la iglesia eran más importantes que su propia seguridad o sus intereses personales. “Nunca antes se había acercado el apóstol a Jerusalén con tan entristecido corazón. Sabía que iba a encontrar pocos amigos y muchos enemigos. Se acercaba a la ciudad que había rechazado y matado al Hijo de Dios, y sobre la cual pendi´an los juicios de la ira divina” (HAp 318). Malinterpretado, difamado, maltratado y a menudo vilipendiado. Sin embargo, Pablo siguió adelante con fe. ¿Cómo podemos aprender a hacer lo mismo en circunstancias desalentadoras?
Reavivados por su Palabra: Hoy, 1 Pedro 2 – Durante esta semana, DTG caps. 61, 62.
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