martes, 23 de octubre de 2018

Unidad en un cuerpo



Cristo está conduciendo a un pueblo y llevándolo a la unidad de la fe para que sea uno, así como él lo es con su Padre. Hay que abandonar sus diferencias de opinión para que todos se unan con el cuerpo, a fin de que estén unánimes y sean todos de un mismo parecer (1Corintios 1: 10): "Os ruego pues, 

hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer" (Romanos 15:5-6): "Pero el Dios de la paciencia y la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (Filipenses 2:2): "Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa" (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 291).

Aunque tenemos una obra individual y una responsabilidad individual delante de Dios, no hemos de seguir nuestro propio juicio independiente, sin considerar las opiniones y los sentimientos de nuestros hermanos; este proceder conducirá al desorden en la iglesia. Es deber de los ministros respetar el juicio de sus hermanos; pero sus relaciones mutuas, así como las doctrinas que enseñan, deben ser examinadas a la luz de la ley y el testimonio; entonces, si los corazones son dóciles para recibir enseñanza, no habrá divisiones entre nosotros. Algunos están inclinados a ser desordenados, y están apartándose de los grandes hitos de la fe; pero Dios está induciendo a sus ministros a ser uno en doctrina y en espíritu (Testimonios para los ministros, p. 30).

Cristo los ha llamado a ser sus seguidores, a imitar su vida de abnegación y sacrificio, a interesarse en la gran obra de la redención de la especia caída. Ustedes no tienen una noción exacta de la obra que Dios quiere que lleven a cabo. Cristo es su modelo. Lo que les falta es amor. Este puro y santo principio distingue el carácter y la conducta de los cristianos frente a los mundanos. El amor divino tiene una influencia poderosa y purificadora. Solo se lo encuentra en los corazones renovados, y entonces fluye naturalmente hacia nuestros semejantes.

"Amaos los unos a los otros -dice el Salvador-, como yo os he amado" (Juan 15: 13). Cristo nos ha dado ejemplo de amor puro y desinteresado. Todavía no se han dado cuenta: ustedes de su deficiencia en este aspecto, y la gran necesidad que tienen de alcanzar este ideal celestial, sin el cual todos los buenos propósitos, y todo el celo, aunque fuera de tal naturaleza que los indujera a dar sus bienes para alimentar a los pobres, y sus cuerpos para ser quemados, nada sería. Necesitan esa caridad que todo lo sufre, que no se irrita, que todo lo soporta, que todo lo cree, que todo lo espera. Sin el espíritu de amor, nadie puede ser semejante a Cristo. Si este principio viviente reside en el alma, nadie puede ser semejante al mundo (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 153).

NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA IV TRIMESTRE DEL 2018 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA

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