sábado, 30 de diciembre de 2017

El cielo comienza en el corazón.


DE VUELTA AL HOGAR.

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente». Mateo 22: 37

EL CIELO COMIENZA en el corazón, y cuando la mente se llena de las cosas del cielo, Cristo es más y más apreciado y llega a ser el más amado entre diez mil. Pero cuando se le permite a Satanás controlar la mente, sus atributos comienzan a manifestarse en el carácter de la persona bajo su control, y el pecador se va alejando cada vez más de Dios.

Si queremos ver el cielo allá, debemos tener el cielo aquí. Debemos tener el cielo en nuestros hogares, con nuestras familias acercándose a Dios por medio de Cristo. Cristo es el gran centro de atracción, y el hijo de Dios que se refugia en Cristo, se refugia en la vida de Dios. La oración es la vida del alma; es alimentarse de Cristo; es volver nuestros rostros hacia el Sol de justicia. Y cuando volvemos nuestros rostros hacia él, él vuelve su rostro hacia nosotros. Él anhela darnos su divina gracia, y cuando nos acercamos a Dios con fe, se avivan nuestros poderes espirituales. No caminamos a ciegas ni nos quejamos de nuestra aridez espiritual. Al estudiar diligentemente y con oración la Palabra de Dios, podemos aplicar sus ricas promesas a nuestra vida, los ángeles se acercan a nuestro lado y el enemigo con sus muchos engaños tiene que retirarse.

La oración es la fortaleza del alma y, aun así, ha sido tristemente descuidada. Por medio de la oración sencilla, sincera y contrita, nuestra mente crea una fuerte conexión con el cielo. No hay otro medio divino por el cual la oración pueda ser sustituida, y mediante el cual podamos preservar mejor la pureza de nuestro espíritu. La oración pone el alma en contacto inmediato con la fuente de vida, y fortalece la fibra muscular de nuestra experiencia religiosa, ya que nos obliga a vivir por fe, con la mirada en aquello que nos es invisible. Descuidemos la práctica de la oración, o releguémosla a un segundo plano orando solo de vez en cuando, cuando creamos conveniente, y perderemos nuestra conexión con Dios. La vida cristiana comenzará a secarse, y las facultades espirituales a perder su vitalidad. La experiencia religiosa carecerá de salud y vigor. Hay una marcada tendencia a sustituir la Palabra de Dios por escritos y mensajes humanos. […]

Solo la gracia de Dios puede revitalizar y renovar el corazón. Las valiosas y veraces palabras de la profecía revelan a los que andan en busca de la verdad las riquezas de la gracia de Cristo.— Signs ofthe Times, 31 de julio de 1893.

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2017
DE VUELTA AL HOGAR
Elena G. de White

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