viernes, 19 de julio de 2019

Descanso sabático para la tierra


La observancia del año sabático había de beneficiar tanto a la tierra como al pueblo. Después de descansar una estación, sin ser cultivada, la tierra iba a producir más copiosamente. El pueblo se veía aliviado de las labores apremiantes del campo; y aunque podía dedicarse a diversas actividades durante ese tiempo, todos tenían más tiempo libre, lo cual les brindaba oportunidad de recuperar las fuerzas físicas para los trabajos de los años subsiguientes. Tenían más tiempo para la meditación y la oración, para familiarizarse con las enseñanzas y exigencias del Señor, y para instruir a sus familias... : Debía inculcársele al pueblo el hecho de que la tierra que se le permitía poseer por un tiempo pertenecía a Dios, que él era su dueño legítimo, su poseedor original, y que él quería que se le diera al pobre y al menesteroso una consideración especial. Debía hacerse comprender a todos que los pobres tienen tanto derecho como los más ricos a un sitio en el mundo de Dios.

Tales fueron las medidas que nuestro Creador misericordioso tomó para aminorar el sufrimiento e impartir algún rayo de esperanza y alegría en la vida de los indigentes y angustiados (Patriarcas y profetas, pp. 572, 574, 575).

Si os habéis entregado a Dios, para hacer su obra - dice Jesús, no os preocupéis por el día de mañana. Aquel a quien servís percibe el fin desde el principio. Lo que sucederá mañana, aunque esté oculto a vuestros ojos, es claro para el ojo del Omnipotente.

Cuando nosotros mismos nos encargamos de manejar las cosas que nos conciernen, confiando en nuestra propia sabiduría para salir airosos, asumimos una carga que él no nos ha dado, y tratamos de llevarla sin su ayuda. Nos imponemos la responsabilidad que pertenece a Dios y así nos colocamos en su lugar. Con razón podemos entonces sentir ansiedad y esperar peligros y pérdidas, que seguramente nos sobrevendrán. Cuando creamos realmente que Dios nos ama y quiere ayudarnos, dejaremos de acongojarnos por el futuro. Confiaremos en Dios así como un niño confía en un padre amante. Entonces desaparecerán todos nuestros tormentos y dificultades; porque nuestra voluntad quedará absorbida por la voluntad de Dios.


Cristo no nos ha prometido ayuda para llevar hoy las cargas de mañana. Ha dicho: “Bástate mi gracia”; [2 Corintios 12:9] pero su gracia se da diariamente, así como el maná en el desierto, para la necesidad cotidiana. Como los millares de Israel en su peregrinación, podemos hallar el pan celestial para la necesidad del día (El discurso maestro de Jesucristo, p. 85).

Dios proveyó pan para su pueblo en el desierto mediante un milagro de misericordia, y podría haber provisto todo lo necesario para el servicio religioso, pero no lo hizo, porque en su infinita sabiduría veía que la disciplina moral de su pueblo dependía de su cooperación con él, de que cada uno de ellos hiciese algo (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 460).

El Deseado de todas las gentes, “El sábado”, pp. 248-255. ================== NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III TRIMESTRE DEL 2019 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA

347 Con gozo canto al Señor - Nuevo Himnario Adventista


Escuela Sabática - Viernes 19 de Julio del 2019

Escuela Sabática - Viernes 19 de Julio del 2019

lunes, 15 de julio de 2019

Dos razones para el sábado


En el cuarto mandamiento el Señor se presenta como Creador de los cielos y la tierra, y por lo tanto como distinto de todos los dioses falsos. El séptimo día fue santificado para que fuera un día de reposo para el hombre, como un monumento de la obra de la creación. Se lo instituyó para que mantuviera al Dios viviente siempre delante de las mentes como la fuente de todo ser y objeto de reverencia y culto. Satanás trató de desviar a los hombres para que no manifestaran lealtad a Dios ni rindieran obediencia a su ley; por lo tanto dirigió sus esfuerzos especialmente contra ese mandamiento que señala a Dios como Creador (La historia de la redención, p. 346).

Y como [Cristo] hizo todo, creó también el sábado. Por él fue apartado como un monumento recordativo de la obra de la creación. Nos presenta a Cristo como Santificador tanto como Creador. Declara que el que creó todas las cosas en el cielo y en la tierra, y mediante quien todas las cosas existen, es cabeza de la iglesia, y que por su poder somos reconciliados con Dios. Porque, hablando de Israel, dijo: “Díles también mis sábados, que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico” [Ezequiel 20:12], es decir, que los hace santos. Entonces el sábado es una señal del poder de Cristo para santificarnos. Es dado a todos aquellos a quienes Cristo hace santos. Como señal de su poder santificador, el sábado es dado a todos los que por medio de Cristo llegan a formar parte del Israel de Dios (El Deseado de todas las gentes, p. 255).

Dios hará más que cumplir las más elevadas expectativas de los que confían en él. Desea que recordemos que si somos humildes y contritos estaremos donde él puede y quiere manifestarse a nosotros. Se complace cuando le presentamos sus mercedes y bendiciones del pasado como una razón por la cual debe concedernos más altas y mayores bendiciones. Es honrado cuando lo amamos y damos testimonio de la sinceridad de nuestro amor guardando sus mandamientos... No hay nada tan grande y poderoso como el amor de Dios por los que son sus hijos (En los lugares celestiales, p. 131).

La hermosura del carácter de Cristo ha de verse en los que le siguen... En el corazón regenerado por la gracia divina, el amor es el móvil de las acciones. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, restringe las pasiones, subyuga la enemistad y ennoblece los afectos. Este amor atesorado en el alma endulza la vida y derrama una influencia purificadora sobre todos los que están en derredor (El camino a Cristo, p. 59).

sábado, 13 de julio de 2019

EL SÁBADO: UN DÍA DE LIBERTAD



Dios creó el sábado como el acto final de la semana de la Creación. Se ha dicho que en el séptimo día, Dios no solo descansó, sino también creó el reposo como parte integral del mundo. Por ende, no es de extrañar que el sábado sea uno de los mandamientos en el plan de Dios para su pueblo. Este tendría un papel fundamental en la vida de los hebreos.

A menudo, cuando hablamos del sábado, la conversación se traslada rápidamente a cómo guardarlo. “¿Qué cosas no deberíamos hacer?”, y otras por el estilo. Por más importantes que sean estas preguntas, necesitamos comprender el papel integral que el sábado debía desempeñar en el mundo y en la vida del pueblo de Dios como símbolo de la gracia y la provisión de Dios. Como dijo Jesús, el día de reposo sabático fue creado para toda la humanidad. Cuando verdaderamente nos “ac[ordemos] del día de reposo”, este nos cambiará todos los días de la semana y, como lo demostró Jesús, también puede ser un medio para bendecir a los demás.

El sábado: Un día de libertad



Durante su ministerio terrenal, Cristo recalcó la vigencia de lo ordenado acerca del sábado; en toda su enseñanza manifestó reverencia hacia la institución que él mismo había dado. En su tiempo el sábado había quedado tan pervertido que su observancia reflejaba el carácter de hombres egoístas y arbitrarios más bien que el carácter de Dios. Cristo puso a un lado las falsas enseñanzas con que habían calumniado a Dios los que aseveraban conocerle. Aunque los rabinos le seguían con implacable hostilidad, no aparentaba siquiera conformarse con sus exigencias, sino que iba adelante observando el sábado según la ley de Dios.



En lenguaje inequívoco atestiguó su consideración por la ley de Jehová. “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir. Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas. De manera que cualquiera que infringiere uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos”. Mateo 5:17-19 (Profetas y reyes, pp. 135, 136).

Los cuatro primeros mandamientos se dieron para mostrar al hombre cuáles son sus deberes hacia el Altísimo. El cuarto es el eslabón que une al gran Dios con el hombre. El sábado fue dado especialmente en beneficio del hombre y para honra del Señor. Los seis últimos preceptos señalan el deber del hombre hacia sus semejantes.

El sábado había de ser una señal entre Dios y su pueblo para siempre. De esta manera se manifestaría la señal: todos los que guardaran el sábado pondrían de manifiesto mediante esa enseñanza que eran adoradores del Dios viviente, Creador de los cielos y la tierra. El sábado sería una señal entre el Señor y su pueblo mientras hubiera gente sobre la tierra que le sirviese (La historia de la redención, p. 144). Dios dio al hombre seis días en los cuales trabajar para sí, pero se reservó un día en el cual se le ha de honrar especialmente. Debemos glorificarlo y respetar su autoridad... Dios puso aparte el séptimo día como período de descanso para el hombre, para bien del hombre tanto como para su propia gloria. Vio que las necesidades del hombre requerían que durante un día descansase del trabajo y cuidado, que su salud y vida peligrarían sin un período de reposo del trabajo y ansiedad de los seis días.

El sábado fue hecho para beneficio del hombre; y transgredir a sabiendas el santo mandamiento que prohíbe trabajar en el séptimo día es, a la vista del cielo, un crimen considerado de tal magnitud bajo la ley mosaica, que exigía la muerte del que lo cometiera. Pero esto no era todo lo que el delincuente había de sufrir, porque Dios no llevará al cielo a un transgresor de su ley. Deberá sufrir la segunda muerte, que es la penalidad plena y final a que se hace acreedor el transgresor de la ley de Dios (Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 465). 

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lunes, 8 de julio de 2019

Los diez mandamientos


En los preceptos de su santa ley, Dios ha dado una perfecta norma de vida; y ha declarado que hasta el fin del tiempo esa ley, sin sufrir cambio en una sola jota o tilde, mantendrá sus demandas sobre los seres humanos. Cristo vino para magnificar la ley y hacerla honorable. Mostró que está basada sobre el anchuroso fundamento del amor a Dios y a los hombres, y que la obediencia a sus preceptos comprende todos los deberes del hombre. En su propia vida, Cristo dio un ejemplo de obediencia a la ley de Dios. En el sermón del monte mostró cómo sus requerimientos se extienden más allá de sus acciones externas y abarca los pensamientos e intentos del corazón (Los hechos de los apóstoles, p. 402).

La ley divina requiere que amemos a Dios en forma suprema, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin el ejercicio de este amor, la más elevada profesión de fe es mera hipocresía. El adorador de Dios descubrirá que no puede atesorar ni una fibra de la raíz del egoísmo. No puede cumplir sus deberes hacia Dios y oprimir a sus semejantes. El segundo principio es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. “Haz esto, y vivirás”. Estas son las palabras de Jesucristo de las cuales no puede apartarse ningún hombre, mujer o joven que sea verdadero cristiano. Es la obediencia a los principios de los mandamientos de Dios lo que modela el carácter de acuerdo con la similitud divina...

Nuestro prójimo no es meramente nuestro vecino o nuestro amigo particular, no son sencillamente los que pertenecen a nuestra iglesia y piensan como nosotros. Nuestro prójimo es toda la familia humana (Hijas e hijos de Dios, p. 54).

Jesús consideró los mandamientos por separado, y explicó la profundidad y anchura de sus requerimientos. En vez de quitarles una jota de su fuerza, demostró cuán abarcantes son sus principios y desenmascaró el error fatal de los judíos en su demostración exterior de obediencia. Declaró que por el mal pensamiento o la mirada concupiscente se quebranta la ley de Dios. El que toma parte en la menor injusticia está violando la ley y degradando su propia naturaleza moral. El homicidio existe primero en la mente. El que concede al odio un lugar en su corazón, está poniendo los pies en la senda del homicida, y sus ofrendas son aborrecibles para Dios (El Deseado de todas las gentes, p. 276). La obediencia era la única condición por la que el antiguo Israel había de recibir el cumplimiento de las promesas que lo convirtieran en el pueblo grandemente favorecido por Dios, y la obediencia a esa ley traerá tan grandes bendiciones a los individuos y a las naciones hoy día como las que hubiera traído a los hebreos.

Es esencial la obediencia a la ley, no solo para nuestra salvación, sino para nuestra felicidad y para la felicidad de aquellos con quienes nos relacionamos. “Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo” (Salmos 119:165), dice la Palabra inspirada (Mensajes selectos, t. 1, pp. 255, 256).

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domingo, 7 de julio de 2019

El Dios que oye


El Dios del cielo está en comunicación con los habitantes caídos de este planeta. No se despreocupa de nuestro mundo ni de la variedad de asuntos que lo afectan. En su Palabra se lo representa como inclinado hacia la tierra y sus habitantes, los cuales son engañados y molestados por los instrumentos satánicos. Dios escucha cada palabra que se pronuncia.

Cuando Moisés se sintió atraído por el espectáculo de la zarza que ardía y no se consumía, el Señor lo llamó: “¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí (Éxodo 3:4)...

Destaquemos las palabras del Señor: “Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios”. Vers. 7, 8 (Alza tus ojos, p. 362).

El Señor declaró: “Yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando os partiereis, no salgáis vacíos: sino que demandará cada mujer a su vecina y a su huéspeda vasos de plata, vasos de oro, y vestidos”. Los egipcios se habían enriquecido mediante el trabajo exigido injustamente a los israelitas, y como estos habían de emprender su viaje hacia su nueva morada, era justo que reclamaran la remuneración de sus años de trabajo. Por lo tanto habían de pedir artículos de valor, que pudieran transportarse fácilmente, y Dios les daría favor ante los egipcios. Los poderosos milagros realizados para su liberación iban a infundir terror entre los opresores, de tal manera que lo solicitado por los siervos sería otorgado (Patriarcas y profetas, p. 258).

El Señor no se despreocupa de su pueblo, y castigará y reprenderá a cualquiera que lo oprima. Escucha cada gemido; oye cada oración; observa los movimientos de cada uno; aprueba o condena cada acción. Al Señor del cielo se lo representa como levantando al caído. Es el Amigo de todo el que lo ama y honra, y castigará a cuantos se atrevan a apartarlos de los senderos seguros, colocándolos en situaciones angustiosas cuando ellos tratan conscientemente de guardar el camino del Señor y de alcanzar las moradas de los justos... Si el pequeño gorrión... no cae al suelo sin que lo advierta nuestro Padre celestial, seguramente son preciosas las almas de aquellos por quienes Cristo murió. ¿Y no juzgará él a quienes causan dolor o chascos a aquellos por quienes Cristo dio su vida?...

¿Quién puede medir o anticipar el don de Dios? Por las edades, el pecado... interrumpió el flujo divino de la benevolencia hacia el hombre, pero la misericordia y el gran amor manifestados a la raza caída no han cesado de acumularse; no han perdido su dirección hacia la tierra... Dios vive y reina, y en Cristo ha derramado sobre el mundo un diluvio sanador. Nuestro Salvador hizo plena provisión para los hombres 

(Alza tus ojos, p. 362). ================== NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III TRIMESTRE DEL 2019 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA ===================


sábado, 6 de julio de 2019

SIERVOS DE LA JUSTICIA.


“Y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:18). 

Dios nos creó para que seamos libres, pero el pecado nos hizo esclavos. Antes de la conversión estábamos sujetos al mal y, aunque sin quererlo, no éramos capaces de resistirlo (Rom. 7:15, 24).

El Señor, sin embargo, pagó el precio de nuestra redención. Por la gracia divina dejamos de ser dominados por el pecado, para transformarnos en siervos que se someten voluntariamente a la justicia de Cristo. Según Elena de White, esa transformación ocurre porque Jesús “salva a los hombres no en el pecado, sino del pecado; y los que le aman mostrarán su amor por medio de la obediencia” (El Deseado de todas las gentes, p.621).

La libertad en Cristo no es una oportunidad para hacer lo que queramos. Dejamos de ser esclavos del pecado para transformarnos en siervos sumisos de Cristo. La obediencia deja de ser una opción y se transforma en una condición. Por eso el Señor nos entregó los diez Mandamientos, y no diez sugerencias. La vida cristiana es una lucha diaria contra el propio yo, “la guerra contra el yo es la batalla más grande que jamás hayamos peleado. [...] Para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios (El camino a Cristo, p. 38).

El apóstol Pablo experimentó esa sumisión al transformarse en un “siervo de Jesucristo” (Rom. 1:1). Cuando era maltratado, no tenía más derecho a retribuir de acuerdo con sus impulsos. Cuando era tentado, no tenía ya la “libertad” de seguir los deseos de su corazón. Cuando se involucraba en actividades comerciales, ya no podía ser egoísta. Entendió que, como siervo, debía representar y honrar al Señor en todas las cosas.

Hay una identidad implicada en esa sumisión. Es necesario dejar muy en claro de qué lado estamos realmente, para que el enemigo no mezcle sutilmente las cosas y, sin notarlo, nos lleve gradualmente a ser siervos del pecado nuevamente. Por lo tanto, es necesario tener un cuidado redoblado. Elena de White advierte: “Esta distinción será más señalada y decidida a medida que nos acerquemos al final del tiempo” (A fin de conocerle, p. 310).

La decisión de ser siervos de Cristo depende de nosotros, pero la transformación del corazón solamente puede ser realizada por el Señor. El mensaje de esperanza para nosotros es: “Y si nosotros consentimos, se identificará de tal manera con nuestros pensamientos y fines, amoldará de tal manera nuestro corazón y mente en conformidad con su voluntad, que cuando lo obedezcamos estaremos tan solo ejecutando nuestros propios impulsos” (El Deseado de todas las gentes, p. 621).

Experimenta esta transformación hoy, y pide que el Espíritu Santo haga de ti un siervo más fiel y sumiso. ================== Narrado Por: Merari Medina Lecturas Devocionales para Adultos 2019 Nuestra esperanza Por: Hector Kohler

jueves, 4 de julio de 2019

Notas de Elena - 04 de Julio del 2019 - La trama familiar de la humanidad


La vida de Adán fue una vida de tristeza, humildad y continuo arrepentimiento. Al enseñar a sus hijos y a sus nietos a temer a Jehová, con frecuencia se le reprochó amargamente su pecado, que había causado tanta miseria a su posteridad. Cuando salió del hermoso Edén, el pensamiento de que debía morir lo sacudió de horror. La muerte le pareció una terrible calamidad. Por primera vez se puso en contacto con la tremenda realidad de la muerte en la familia humana cuando su propio hijo Caín asesinó a su hermano Abel. Lleno de amargo remordimiento por causa de su propia transgresión, privado de su hijo Abel, con plena conciencia de que Caín era asesino, y reconociendo la maldición que Dios había pronunciado sobre él, el corazón de Adán se quebrantó de dolor. Con mucha amargura se reprochó su primer gran pecado. Suplicó el perdón de Dios por medio del Sacrificio prometido. Sentía profundamente la ira de Dios por el crimen perpetrado en el paraíso. Fue testigo de la corrupción general que finalmente obligó a Dios a destruir a los habitantes de la tierra por medio de un diluvio. La sentencia de muerte que había pronunciado sobre él su Hacedor, que al principio le había parecido terrible, después de haber vivido algunos siglos le pareció justa y misericordiosa de parte de Dios, pues ponía fin a una vida miserable (La historia de la redención, p. 57).

El espíritu que levantó el muro de separación entre judíos y gentiles sigue obrando. El orgullo y el prejuicio han levantado fuertes murallas de separación entre diferentes clases de hombres. Cristo y su misión han sido mal representados, y multitudes se sienten virtualmente apartadas del ministerio del evangelio. Pero no deben sentirse separadas de Cristo. No hay barreras que el hombre o Satanás puedan erigir y que la fe no pueda traspasar...

Sin distinción de edad, jerarquía, nacionalidad o privilegio religioso, todos están invitados a venir a él y vivir... “El rico y el pobre se encontraron: a todos ellos hizo Jehová” [Proverbios 22:2] (El Deseado de todas las gentes, pp. 369, 370).

El que mire a menudo la cruz del Calvario, acordándose de que sus pecados llevaron al Salvador allí, no tratará de determinar el grado de su culpabilidad en comparación con el de los demás. No se constituirá en juez para acusar a otros. No puede haber espíritu de crítica ni de exaltación en los que andan a la sombra de la cruz del Calvario...

La revelación de Cristo en nuestro propio carácter tendrá un poder transformador sobre aquellos con quienes nos relacionemos. Permitamos que Cristo se manifieste diariamente en nosotros, y él revelará por medio de nosotros la energía creadora de su palabra, una influencia amable, persuasiva y a la vez poderosa para restaurar en otras almas la perfección del Señor nuestro Dios (El discurso maestro de Jesucristo, p. 109). 

VIERNES 5 DE JULIO PARA ESTUDIAR Y MEDITAR Patriarcas y profetas, “La creación”, pp. 24-33. ================== NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III TRIMESTRE DEL 2019 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA

miércoles, 3 de julio de 2019

Notas de Elena - 03 de Julio del 2019 - Un mundo destrozado


Con humildad e inenarrable tristeza [Adán y Eva) se despidieron de su bello hogar, y fueron a morar en la tierra, sobre la cual descansaba la maldición del pecado. La atmósfera, de temperatura antes tan suave y uniforme, estaba ahora sujeta a grandes cambios, y misericordiosamente, el Señor les proveyó de vestidos de pieles para protegerlos de los extremos del calor y del frío.

Cuando vieron en la caída de las flores y las hojas los primeros signos de la decadencia, Adán y su compañera se apenaron más profundamente de lo que hoy se apenan los hombres que lloran a sus muertos. La muerte de las delicadas y frágiles flores fue en realidad un motivo de tristeza; pero cuando los bellos árboles dejaron caer sus hojas, la escena les recordó vivamente la fría realidad de que la muerte es el destino de todo lo que tiene vida (Patriarcas y profetas, p. 46).

Después de su expulsión del Edén, la vida de Adán en la tierra estuvo llena de pesar. Cada hoja marchita, cada víctima ofrecida en sacrificio, cada ajamiento en el hermoso aspecto de la naturaleza, cada mancha en la pureza del hombre, le volvían a recordar su pecado. Terrible fue la agonía del remordimiento cuando notó que aumentaba la iniquidad, y que, en contestación a sus advertencias, se le tachaba de ser él mismo causa del pecado. Con paciencia y humildad soportó, por cerca de mil años, el castigo de su transgresión. Se arrepintió sinceramente de su pecado y confió en los méritos del Salvador prometido, y murió en la esperanza de la resurrección (El conflicto de los siglos, p. 629).

Cuando el Señor colocó a nuestros primeros padres en el jardín del Edén, lo hizo con la instrucción de que “lo labrara y lo guardase”. Dios había acabado su obra de creación, y había dicho que “era bueno en gran manera”. Todo estaba adaptado para el fin para el que había sido creado. Mientras que Adán y Eva obedecieran a Dios, sus labores en el jardín serían un placer; la tierra brindaba de su abundancia para todos sus deseos. Pero cuando el hombre se apartó de la obediencia a Dios, fue destinado a luchar con las semillas sembradas por Satanás, y a ganarse el pan con el sudor de su rostro. Desde allí en adelante tendría que luchar con trabajo y dificultad contra el poder al cual había cedido su voluntad.

Era el propósito de Dios aliviar por medio del trabajo el mal introducido en el mundo por causa de la desobediencia del hombre. El trabajo podía hacer ineficaces las tentaciones de Satanás y detener la marea del mal. El Hijo de Dios fe dado al mundo, para que por medio de su muerte hiciera expiación por los pecados del mundo, para que por medio de su vida enseñara a los hombres como podrían ser deshechos los planes del enemigo. Cuando tomó sobre sí mismo la naturaleza humana, Cristo entró en las simpatías y los intereses de sus hermanos, y mediante una vida de incansable labor enseño cómo podrían los hombres llegar a ser labradores junto con Dios en la edificación de su reino en el mundo (Fundamentals of Christian Education, pp. 512, 513). 

= NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III TRIMESTRE DEL 2019 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA

martes, 2 de julio de 2019

Mayordomos de la tierra


Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Génesis 2:15.

“A los moradores del Edén se les encomendó el cuidado del huerto, para que lo labraran y lo guardasen... Dios dio el trabajo como una bendición con que el hombre ocupara su mente, fortaleciera su cuerpo y desarrollara sus facultades. En la actividad mental y física, Adán encontró uno de los placeres más elevados de su santa existencia” (La fe por la cual vivo, p. 232).

“Y había Jehová Dios plantado un huerto en Edén al oriente, y puso allí al hombre que había formado”. Génesis 2:8. Todo lo que hizo Dios tenía la perfección de la belleza, y nada que contribuyese a la felicidad de la santa pareja parecía faltar; sin embargo, el Creador les dio todavía otra prueba de su amor, preparándoles especialmente un huerto para que fuese su morada. En este huerto había árboles de toda variedad, muchos de ellos cargados de fragantes y deliciosas frutas. Había hermosas plantas trepadoras, como vides, que presentaban un aspecto agradable y hermoso, con sus ramas inclinadas bajo el peso de tentadora fruta de los más ricos y variados matices. El trabajo de Adán y Eva debía consistir en formar cenadores o albergues con las ramas de las vides, haciendo así su propia morada con árboles vivos cubiertos de follaje y frutos (Patriarcas y profetas, p. 27).

[Dios] manifestó su gran amor al plantar un huerto especialmente para ellos. Parte del tiempo debían emplearlo en la placentera labor de cultivar ese huerto, y otra parte en recibir la visita de los ángeles, escuchar sus instrucciones y dedicarse a feliz meditación. Sus ocupaciones no eran fatigosas, sino agradables y vigorizantes. Ese hermoso huerto había de ser su hogar (La historia de la redención, p. 21). 

No tenemos que abatirnos y desanimarnos por las cosas temporales y los aparentes fracasos, ni descorazonarnos por la demora. Debemos trabajar la tierra con alegría, esperanza y gratitud,convencidos de que posee en su seno abundantes provisiones, más ricas que el oro o la plata, que puede acopiar el obrero fiel. La mezquindad que se le atribuye a la tierra es una calumnia. Si se la cultiva adecuada e inteligentemente, la tierra entregará sus tesoros en beneficio del hombre... Debemos tener fe en la palabra de Dios que creó el fruto de la tierra para servicio del hombre...

El cultivo de nuestras tierras requiere la dedicación de todas las facultades mentales y todo el tino que poseemos. Las tierras que nos rodean dan testimonio de la indolencia del hombre. Esperamos poner en acción los sentidos dormidos. Esperamos ver agricultores inteligentes, que sean recompensados por sus decididos esfuerzos. La mano y el corazón deben cooperar, para ejecutar planes nuevos y sensatos en relación con el cultivo de la tierra (Testimonios para los ministros, p. 243).

  NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III TRIMESTRE DEL 2019 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA


MAYORDOMOS DE LA TIERRA

lunes, 1 de julio de 2019

Creó Dios...


Las obras creadas por Dios testifican de su amor y poder. El ha llamado al mundo a la existencia, con todo lo que contiene. Dios ama lo bello; y en el mundo que ha preparado para nosotros, no solo nos ha dado todo lo necesario para nuestra comodidad, sino que ha llenado los cielos y la tierra de belleza. Vemos su amor y cuidado en los ricos campos del otoño, y su sonrisa en la alegre luz del sol. Su mano ha hecho las rocas como castillos y las sublimes montañas. Los altos árboles crecen a su orden; él ha extendido la verde y aterciopelada alfombra de la tierra, y la ha tachonado de arbustos y flores. ¿Por qué revistió él la tierra y los árboles de verde vivo, en vez de un marrón oscuro y sombrío? ¿No es acaso para que fuesen más agradables a la vista? ¡Y no se llenará nuestro corazón de gratitud al ver las evidencias de su sabiduría y amor en las maravillas de su creación?

La misma energía creadora que sacó el mundo a la existencia, sigue manifestándose en el sostenimiento del universo y en la continuación de las operaciones de la naturaleza. La mano de Dios guía los planetas en su marcha ordenada a través de los cielos. No se debe a un poder inherente que la tierra continúe su movimiento en derredor del sol año tras año, y produzca sus bendiciones. La palabra de Dios controla los elementos. El cubre los cielos de nubes y prepara lluvia para la tierra. Hace fructíferos los valles, y “hace a los montes producir hierba”. Salmos 147:8. Por su poder florece la vegetación, aparecen las hojas y se abren las flores (Consejos para los maestros, p. 177).

Somos propiedad del Señor tanto por creación como por redención. Somos totalmente súbditos suyos, y sometidos a las leyes de su reino. Que nadie dé cabida al engaño de que el Señor Dios del cielo y de la tierra no tiene ley para controlar y gobernar a sus súbditos. Dependemos de Dios para todo aquello de que disfrutamos. Recibimos de él el alimento que tomamos, las ropas que vestimos, el aire que respiramos y la vida de que gozamos día tras día. Estamos bajo la obligación de ser gobernados por su voluntad y reconocerlo como nuestro supremo gobernante...

Debemos gratitud a Dios por la revelación de su amor en Cristo Jesús; y como instrumentos humanos inteligentes hemos de revelar al mundo el tipo de carácter que resultará de la obediencia a cada declaración de la ley del gobierno de Dios. En perfecta obediencia a su santa voluntad, hemos de manifestar adoración, amor, alegría y alabanza, y de este modo honraremos y glorificaremos a Dios (La maravillosa gracia de Dios, p. 58). 

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