lunes, 25 de marzo de 2019

TERMINA EL ARMAGEDÓN

“Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, cuyo tamaño era más o menos de la mitad de la mano de un hombre. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del Hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la Tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es una gloria como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del Pacto. Jesús marcha al frente como un poderoso conquistador. Ya no es el ‘varón de dolores’ que ha de beber el amargo cáliz de la vergüenza y la aflicción; victorioso en el cielo y en la Tierra, viene para juzgar a vivos y a muertos. ‘Fiel y Verdadero [...] con justicia juzga y pelea [...]. Y los ejércitos celestiales’ lo siguen (Apoc. 19:11, 14). Con antífonas de melodía celestial, una inmensa e innumerable muchedumbre de ángeles santos lo acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes; ‘millones de millones y millares de millares’. Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal es capaz de concebir su esplendor” (CS 624).



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