Desde las edades eternas había sido el propósito de Dios que todo ser creado, desde el resplandeciente y santo serafín hasta el hombre, fuese un templo para que en él habitase el Creador. A causa del pecado, la humanidad había dejado de ser templo de Dios. Ensombrecido y contaminado con el pecado, el corazón del hombre no revelaba la gloria del Ser divino. Pero por la encarnación del Hijo de Dios, se cumple el propósito del Cielo. Dios mora en la humanidad, y mediante la gracia salvadora, el corazón del hombre vuelve a ser su templo... Los atrios del templo de Jerusalén, llenos del tumulto de un tráfico profano, representaban con demasiada exactitud el templo del corazón, contaminado por la presencia de las pasiones sensuales y de los pensamientos profanos.
Al limpiar el templo de los compradores y vendedores mundanales, Jesús anunció su misión de limpiar el corazón de la contaminación del pecado -de los deseos terrenales, de las concupiscencias egoístas, de los malos hábitos, que corrompen el alma (La fe por la cual vivo, p. 193).
El Señor dio a su Hijo unigénito para rescatarnos del pecado. Nosotros somos hechura suya, somos sus representantes en el mundo, y él espera que revelemos el verdadero valor del hombre mediante la pureza de nuestra vida, y los esfuerzos fervientes que realicemos para recuperar la perla de gran precio. Nuestro carácter debe ser modelado de acuerdo con la similitud divina, y se debe reformar mediante la fe que obra por el amor y purifica el alma. La gracia de Dios embellecerá, ennoblecerá y santificará el carácter. El siervo del Señor que trabaje con inteligencia tendrá éxito. Nuestro Salvador dijo: "Las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre". Juan 14:12 (Exaltad a Jesús, p. 42).
La fortaleza del pueblo de Dios radica en su unión con él mediante su Hijo unigénito, y su unión del uno con el otro. No hay dos hojas de un árbol que sean exactamente iguales; tampoco concuerdan todas las mentalidades; pero aunque es así, puede haber unidad en la diversidad. Cristo es nuestra raíz, y todos los que están injertados en esta raíz darán el fruto que Cristo dio. Revelarán la fragancia del carácter de él en el talento del habla, en el cultivo de la hospitalidad, de la bondad, de la cortesía cristiana y de la consideración celestial.
Mirad las flores en un tejido y notad las hebras de diversos colores. No todas son rosadas, no todas son verdes, no todas son azules. Se entreteje una diversidad de colores para perfeccionar el modelo. Así es en el plan de Dios. Él tiene un propósito al colocarnos donde debemos aprender a vivir como individuos. Todos no somos idóneos para hacer la misma clase de obra, sino que la obra de cada hombre ha sido dispuesta por Dios para ayudar a construir su plan (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1083). ================== NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA IV TRIMESTRE DEL 2018 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA
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