Otra imagen del pueblo de Dios en el Nuevo Testamento es la casa de Dios. Es una metáfora de piedras y edificios que resalta la naturaleza intrincada e interdependiente de las relaciones humanas en la iglesia. Pedro se refiere a los cristianos como “piedras vivas” (1 Ped. 2:5). Esta metáfora también contiene una cualidad de permanencia y solidez.
Lee Efesios 2:19 al 22 ( CB ) . ¿Qué ideas clave enfatiza Pablo en este pasaje? ¿Qué nos dice esta imagen sobre la unidad de la iglesia?
En este pasaje, Pablo combina dos imágenes de la iglesia: una inerte, una casa o edificio; la otra viva, un hogar de personas.
Una piedra no es muy valiosa por sí misma, pero cuando está unida con otras piedras se convierte en una estructura que puede resistir las tormentas de la vida. Ningún cristiano puede ser una piedra solitaria: debe relacionarse con otros en la comunión de la familia de Dios. Para que un edificio sea sólido, debe descansar sobre una base sólida. Jesucristo es este fundamento y la “piedra angular” de la casa de Dios (ver además 1 Cor. 3:11).
La iglesia también dejaría de existir si no hiciera de Cristo la piedra angular de sus actividades, pues ella gira en torno a Jesucristo: su vida, muerte, resurrección y regreso. La iglesia forma una comunidad de creyentes unida para compartir con el mundo las buenas nuevas de Jesús. La agenda de la iglesia es Jesús: quién es él, lo que hizo por nosotros, lo que hace en nosotros y lo que le ofrece a todo el que lo acepte como Señor y Salvador. La imagen de una casa también es muy significativa. Esta se basa en las relaciones que las personas tienen entre sí. Es una imagen familiar: el padre y la madre, los hermanos y las hermanas. Los lazos entre los miembros de la familia pueden ser fuertes, y las lealtades consiguientes a menudo trascienden todos los demás vínculos externos. La lealtad es una gran parte de la unidad, porque ¿cómo podría haber algún tipo de unidad sin lealtad? ¿Qué relación tiene esta imagen con la iglesia? Los miembros de la iglesia también son parte de una gran familia. Estamos vinculados, no solo porque pertenecemos a la familia humana a través de nuestro ancestro común, Adán, sino también porque estamos relacionados con Jesús, el Segundo Adán, a través de nuestra experiencia del “nuevo nacimiento”. Por lo tanto, nos unen las verdades doctrinales que tenemos en común y también la experiencia de ser almas convertidas que tienen una nueva vida en Jesús.
Lamentablemente, no todos han tenido una buena experiencia con su familia. Por lo tanto, esa imagen quizá no signifique nada para ellos. Sin embargo, como iglesia, ¿cómo podemos llegar a ser la familia que estas personas nunca tuvieron?
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