martes, 6 de noviembre de 2018

TEMPLO DEL ESPÍRITU SANTO


Otra imagen del edificio que Pablo usa es la del templo de Dios, o del Espíritu Santo. Es la imagen de un edificio costoso y valioso. Junto con 1 Corintios 6:19, donde la imagen se refiere a nuestro cuerpo personal como templo del Espíritu Santo, en 1 Corintios 3:16 y 17 Pablo utiliza la imagen para referirse al edificio más santo y precioso del antiguo Cercano Oriente: el templo de Dios.

Lee 1 Corintios 3:16 y 17 ( CB ) . ¿Qué significa que la iglesia sea el templo del Espíritu Santo? ¿De qué advierte en el versículo 17?

Obviamente Pablo, al referirse a la iglesia, no tiene en mente un templo o un lugar físico de residencia para Dios. Esta metáfora se refiere a una entidad corporativa: juntos, los cristianos de Corinto forman el templo del Espíritu Santo y, en un sentido espiritual, Dios reside entre ellos.

Para Pablo, Dios reside dentro de la comunidad cristiana; de allí su advertencia de que cualquiera que intente destruir esta confraternidad sufrirá las consecuencias del Juicio. La unidad de los creyentes está en el centro de esta comunión y de la presencia de Dios en este templo. Aunque este pasaje a menudo se usa en el sentido de cuidar de nuestro cuerpo físico (que, por supuesto, es lo que se supone que los cristianos deben hacer de todos modos), esa no es la cuestión específica que plantea Pablo aquí. Su mensaje era una advertencia para quienes destruyan la unidad de la iglesia.

Previamente en este capítulo, Pablo se refirió a lo que considera que son desafíos para la unidad: “pues ha[y] entre vosotros celos, contiendas y disensiones” (1 Cor. 3:3). Estas actitudes y comportamientos son amenazas reales para la unidad de los cristianos y provocan la retirada de la presencia de Dios de su templo. En otras palabras, los conflictos en la iglesia pueden destruir el templo de Dios. Por lo tanto, él quiere que los miembros dejen de lado las actitudes y las conductas que amenazan su unidad. Cuando estallan los conflictos en la iglesia actual, el consejo de Pablo a los corintios sigue siendo válido: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Cor. 1:10).

Celos, contiendas y disensiones: estos no son solo problemas que la iglesia enfrentaba en los días de Pablo. Los tenemos hoy también. ¿Qué papel tiene cada uno de nosotros para tratar de resolver estos problemas de una manera que no ponga en riesgo nuestra unidad?

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