Los días de nuestra vida llegan a setenta años; y en caso de mayor vigor, a ochenta años. Con todo, su orgullo es sólo trabajo y pesar, porque pronto pasa, y volamos.
Salmos 90:10
A penas ha comenzado el año, y ya
llegamos al noveno día. La vida se va como agua entre los dedos, mi padre cumplirá
en febrero su cuarto aniversario luctuoso y 100 años si viviera; mi madre el 23
de enero su primer año de descanso, iría para los 8. Hace un año, aún vivía,
vino de Veracruz al velorio de un primo, y al regresar al puerto, pocos días
después, falleció.
La vida es muy corta, la Biblia
dice que los más robustos llegan a los 80 años, mis padres fueron afortunados, y
añade que no deja de ser aflicción de espíritu, pues con ellos llegan las
enfermedades y el batallar con dolencias y achaques, el cuerpo pierde su
elasticidad, su lozanía y funciones.
Cuando estamos jóvenes nunca
pensamos que envejeceremos, que nuestras capacidades disminuirán y que
moriremos. Esto es irremediablemente así, es parte de la vida, pero sería bueno
que cuando aún estamos llenos de vigor reflexionemos en el camino que pronto
recorreremos, esto nos llevaría analizar nuestras huellas y nuestro destino.
Ese destino que inexorablemente ha de llegar.
Para el cristiano comprometido
con el Señor, esto está claro y vamos
unidos misión y Jesucristo, vivir amando a Jesús y a nuestro prójimo, y
servirles, y ya sea que muramos o
retorne Jesús, habremos vivido plenamente y al final descansaremos satisfechos.
Sin temor a la muerte que es solo un sueño, corto y pasajero. Cuando venga
Jesucristo, al sonido de la trompeta mis padres resucitarán y lo verán viniendo
en las nubes, rodeado de millones de ángeles. Ambos lo aceptaron como su único
y suficiente Salvador.
Y Ojalá que en este 2018 ya retorne Jesús, ya
no quiero ver más personas enfermas, sufriendo y muriendo, y si no es así, que
nos siga proporcionando energías para continuar con el la misión de dar a
conocer las buenas nuevas de salvación.
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