domingo, 21 de enero de 2018

Notas de Elena. Una relación con Cristo

Nuestra mente se acomoda al nivel de las cosas en las cuales permanecen nuestros pensamientos, y si pensamos en cosas terrenales no captaremos la impresión de lo que es celestial. Nos beneficiaríamos grandemente contemplando la misericordia, la bondad y el amor de Dios; pero experimentamos una gran pérdida al ocupamos de aquellas cosas que son terrenas y transitorias. Permitimos que las penas, los cuidados y las perplejidades atraigan nuestra mente a la tierra, y con-vertimos un grano de arena en una montaña…

Las cosas temporales no deben ocupar toda nuestra atención, ni absorber nuestra mente hasta que nuestros pensamientos estén completamente ocupados de la tierra y lo terreno. Debemos ejercitar, disciplinar y educar la mente de modo que pensemos en un estilo celestial, para que nos ocupemos de las cosas invisibles y eternas, que serán discernidas por la visión espiritual. Contemplando a Aquel que es invisible, podemos fortalecer la mente y vigorizar el espíritu (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 6, p. 1100).

El Señor es bueno y misericordioso. Quiero que mi ofrenda de gratitud ascienda constantemente a Dios. Anhelo tener una comprensión mayor de su bondad y de su amor inmutable. Anhelo diariamente las aguas de vida… Encuentro continuamente mi fortaleza en Dios. Mi dependencia no debe vacilar. Ningún instrumento humano debe inter-ponerse entre mi alma y mi Dios. El Señor es nuestra única esperanza. Confío en él, y él nunca, no nunca, me chasqueará. Hasta aquí me ha ayudado cuando estaba muy desanimada…

Agradeceré al Señor y alabaré su santo nombre. Alabaré al Señor porque puedo confiar en él en todo tiempo. Él es mi salvación, y mi torre de fortaleza a la que puedo correr en busca de seguridad. El comprende mis necesidades y me iluminará para que yo pueda reflejar luz sobre otros. No fracasaré ni me desanimaré. Espero que tú, mi Padre celestial, me concedas fortaleza y gracia… Su Palabra es mi seguridad (A fin de conocerle, pp. 264, 265).

“El que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás — nunca anheléis las conveniencias y las atracciones del mundo—; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”.

Debéis procurar tener un Salvador que viva en vosotros, que os sea como un manantial de agua que brote para vida eterna. El agua de la vida que fluye del corazón siempre riega el corazón de otros (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, tomo 5, p. 1108).

Notas de Elena | Domingo 21 de enero 2018 | 
Una relación con Cristo | Escuela Sabática

viernes, 19 de enero de 2018

Los anteojos de mi padre.



Pero dichosos los ojos de ustedes porque ven, y sus oídos porque oyen. (Mat. 13:16).

Mi padre falleció en el año 2005. Como entonces mi mamá no tenía fuerzas para ocuparse de sus pertenencias, hasta dos años después de su muerte no comenzamos con el proceso de ordenar y limpiar todo. Al revisar el ropero de mi padre, encontré unos artículos personales, como un reloj de bolsillo que había pertenecido a nuestro abuelo, varios periódicos y anteojos; seis pares de anteojos.

Probablemente, tenía todos esos pares por si se rompía uno. Fácilmente, podía volverá usar el “par viejo” para ahorrar un poco de dinero, o hasta que pudiese comprar otro par. Por curiosidad, decidí probármelos, para comprobar el tipo de visión que tenía mi padre. ¡Qué sorpresa me llevé! Mi papá, que se quedaba hasta tarde leyendo libros, el periódico o el último número del Selecciones del Reader’s Digest, al parecer, era ciego de un ojo. Yo podía ver a través de la lente de un ojo, pero con la otra lente todo me parecía una niebla cerrada. Comencé a llorar. Papá realmente tenía mala visión. Lo más probable es que esa fuera la razón por la cual siempre me decía que llevara a mis hijos al oftalmólogo.

Fue entonces que recordé una historia sobre su “ojo perezoso”, que papá me había contado cuando era niña. Él me contó: “Recuerdo estar con mis padres en la calesa, cuando tenía unos cinco años. Tapaba con una mano un ojo y veía bien, pero cuando cubría el otro ojo, todo se veía oscuro, con un rayito de luz que se filtraba. Cuando fui mayor, mis padres me compraron anteojos, pero mi visión era muy pobre con un ojo. Si tan solo alguien me hubiera puesto un parche en el ojo bueno, para que mi ojo malo trabajara con más empeño en fortalecerse, podría haber tenido una mejor visión toda mi vida”. Así que durante noventa años, mi padre no había visto bien. Aun así, crió una familia, mantuvo su trabajo y vivió con normalidad. Nunca nos dimos cuenta de que su visión no era perfecta.

Cuán a menudo observamos a una persona sin tener ¡dea de la manera en que percibe el mundo. ¿”Ven” las cosas a través de ojos nublados, que hacen que la vida sea amarga? ¿O tienen una visión clara y reflejan gozo en el brillo de sus ojos? Es muy probable que Rielen Keller, que perdió la vista a los dos años, nunca hubiera recordado ver nada. Pero su visión interna era de felicidad, deleite y pensamientos positivos. Si pudiéramos ver a través de los ojos de otros, quizás entenderíamos mejor sus decisiones. Quizás hasta veríamos las cosas de la manera en que Dios quiere que veamos el mundo.

CHARLOTTE ROBINSON
vive en Arkansas, EE. UU., y trabaja en McKee Foods, una fábrica de comida.

DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2018
BENDECIDA 
Ardis Dick Stenbakken
Lecturas Devocionales para Mujeres 2018

martes, 9 de enero de 2018

¡BIENVENIDO! 2018


Los días de nuestra vida llegan a setenta años; y en caso de mayor vigor, a ochenta años. Con todo, su orgullo es sólo trabajo y pesar, porque pronto pasa, y volamos.


Salmos 90:10


A penas ha comenzado el año, y ya llegamos al noveno día. La vida se va como agua entre los dedos, mi padre cumplirá en febrero su cuarto aniversario luctuoso y 100 años si viviera; mi madre el 23 de enero su primer año de descanso, iría para los 8. Hace un año, aún vivía, vino de Veracruz al velorio de un primo, y al regresar al puerto, pocos días después, falleció.

La vida es muy corta, la Biblia dice que los más robustos llegan a los 80 años, mis padres fueron afortunados, y añade que no deja de ser aflicción de espíritu, pues con ellos llegan las enfermedades y el batallar con dolencias y achaques, el cuerpo pierde su elasticidad, su lozanía y  funciones.

Cuando estamos jóvenes nunca pensamos que envejeceremos, que nuestras capacidades disminuirán y que moriremos. Esto es irremediablemente así, es parte de la vida, pero sería bueno que cuando aún estamos llenos de vigor reflexionemos en el camino que pronto recorreremos, esto nos llevaría analizar nuestras huellas y nuestro destino. Ese destino que inexorablemente ha de llegar.

Para el cristiano comprometido con el Señor,  esto está claro y vamos unidos misión y Jesucristo, vivir amando a Jesús y a nuestro prójimo, y servirles,  y ya sea que muramos o retorne Jesús, habremos vivido plenamente y al final descansaremos satisfechos. Sin temor a la muerte que es solo un sueño, corto y pasajero. Cuando venga Jesucristo, al sonido de la trompeta mis padres resucitarán y lo verán viniendo en las nubes, rodeado de millones de ángeles. Ambos lo aceptaron como su único y suficiente Salvador.

 Y Ojalá que en este 2018 ya retorne Jesús, ya no quiero ver más personas enfermas, sufriendo y muriendo, y si no es así, que nos siga proporcionando energías para continuar con el la misión de dar a conocer las buenas nuevas de salvación.