Debe proclamarse la verdad para que la tierra entera sea alumbrada con la gloria de Dios; pero reconocerán la luz solamente los que quieran conocer la diferencia entre la santidad y el pecado (Alza tus ojos, p. 363).
Los que se llaman del nombre de Cristo deben sacudir el letargo que debilita sus esfuerzos, y deben hacer frente a las tremendas responsabilidades que recaen sobre ellos.Todos los que hagan esto pueden esperar que el poder de Dios les sea revelado.
Por medio de nuestras buenas obras no podemos adquirir el amor de Dios, pero podemos demostrar que lo poseemos. Si sometemos nuestra voluntad y nuestra conducta a Dios, no obraremos para conseguir el amor del Señor, en cambio, obedeceremos sus mandamientos porque es justo hacerlo.
La verdadera vida espiritual se manifestará en toda alma que este sirviendo a Cristo. Los que estén vivos en el Señor estarán llenos de su Espíritu, y no podrán hacer otra cosa sino trabajar en su viña.
El Señor no está lejos del alma que lo busca.
Dios ha resuelto que ninguna alma que confié en él sea vencida por el enemigo.
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