«Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud, así como prospera tu alma». 3 Juan 2
EN MUCHOS CASOS, es mejor comer dos veces al día que tres. La cena, si es muy temprano, interrumpe la digestión de la comida anterior. Si es muy tarde, no tiene tiempo para ser digerida antes del momento de ir a acostarse. Así el estómago no tiene el descanso que necesita, se trastorna el sueño, el cerebro y los nervios se agotan, se pierde el apetito por el desayuno, y el organismo no recibe la fortaleza necesaria, ni está preparado para desempeñar el trabajo del día.
No se debe pasar por alto la importancia de la regularidad en el horario de comer y en el de dormir. Puesto que el trabajo de recuperación del organismo se efectúa durante las horas de descanso, es esencial, especialmente para los jóvenes, que el sueño sea regular y suficiente.
Siempre que sea posible, debemos evitar comer apresuradamente. Cuanto más breve es el tiempo de que se dispone, menos se debe comer. Es mejor dejar una comida que ingeriría sin haberla masticado correctamente.
La hora de la comida ha de ser un momento de sosiego y sociabilidad. Debe desaparecer todo lo que nos angustie o nos irrite. Hemos de abrigar sentimientos de confianza, bondad y gratitud hacia el Dador de todo lo bueno, y la conversación tiene que ser alegre y distendida, que eleve, sin cansar.
La temperancia y la moderación en todo tiene un poder maravilloso. Para producir la dulzura y la serenidad de carácter que tanto contribuyen a allanar el camino de la vida, será de más valor que las circunstancias o los talentos innatos. Al mismo tiempo, el dominio propio así adquirido será una de las virtudes más valiosas para hacer frente con éxito a las responsabilidades y desafíos que le esperan a todo ser humano.
Los caminos de la sabiduría «son caminos deleitosos; todas sus veredas, paz» (Prov. 3: 17). Que todo joven recuerde que tiene ante sí posibilidades de un destino superior al de un monarca reinante en la lección transmitida en las palabras del Sabio: «¡Bienaventurada tú, tierra, cuando […] tus príncipes comen a su hora para reponer sus fuerzas y no para beber!» (Ecl. 10: 17).— La educación, cap. 22, p. 186.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2017
DE VUELTA AL HOGAR
Elena G. de White
Lecturas devocionales para Adultos 2017
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