LA ADVERTENCIA DEL PROFETA Lee Daniel 4:27 ( CB ) . Además de advertirle sobre lo que sucederá, ¿qué le dice Daniel al rey que haga y por qué? (Ver además Prov. 14:31 ( CB ) .) .
Daniel no solo interpreta el sueño, sino además le indica a Nabucodonosor una manera de salir de su situación: “Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad” (Dan. 4:27).
Nabucodonosor realiza una obra descomunal de edificación en Babilonia. Los jardines, un sistema de canales y cientos de templos y otros proyectos de construcción convierten a la ciudad en una de las maravillas del mundo antiguo. Pero ese esplendor y belleza, al menos en parte, se logra mediante la explotación de la mano de obra esclava y la desatención de los pobres.
Además, la riqueza del imperio se utiliza para gratificar los placeres del rey y su entorno. Por lo tanto, el orgullo de Nabucodonosor no solo le impide reconocer a Dios, sino además, como consecuencia, lo hace ajeno a las dificultades de los necesitados. Dado el cuidado especial que Dios muestra por los pobres, no es de extrañar que, de los otros posibles pecados que Daniel podría haber resaltado ante el rey, señale el pecado de descuidar a los pobres.
El mensaje para Nabucodonosor no es nuevo en absoluto. Los profetas del Antiguo Testamento a menudo advierten al pueblo de Dios contra la opresión de los pobres. De hecho, entre los pecados que provocan el exilio del rey, se destaca el abandono de los necesitados. Después de todo, la compasión por los pobres es la máxima expresión de la caridad cristiana; a la inversa, la explotación y el abandono de los pobres constituye un ataque a Dios mismo. Al cuidar de los necesitados, reconocemos que Dios es dueño de todo; lo que significa que no somos dueños, sino simplemente administradores de los bienes de Dios. Al servir a otros con nuestras posesiones, honramos a Dios y reconocemos su señorío. Es la pertenencia de Dios la que en última instancia debe determinar el valor y la función de las posesiones materiales. Aquí es donde falla Nabucodonosor, y nosotros también nos arriesgamos a fallar, a menos que reconozcamos la soberanía de Dios sobre nuestros logros y manifestemos nuestro reconocimiento de esta realidad ayudando a los necesitados.
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