La sagacidad del mundo estriba en adquirir fortuna y ganancias en cualquier forma que puedan ser obtenidas. Una acumulación de este tesoro del mundo es la ambición de las personas mundanas. La aspiración y el objetivo de los seguidores de nuestro Señor Jesucristo es llegar a ser cristianos por medio de la abnegación y el sacrificio propio. Ellos mantienen sus ojos en las riquezas eternas que pueden obtener por el renunciamiento de tesoros terrenales a cambio de tesoros celestiales... Más bienaventurado es dar que recibir”. Hechos 20:35... La abnegación traerá a la tesorería de Dios los medios necesarios para el adelanto de su obra. De ese modo podemos actuar en sociedad con Cristo. Los seguidores de Cristo consideren que en devolver al Señor lo suyo ellos reciben bendición; porque están acumulando tesoro celestial, el cual les será dado cuando escuchen: “Bien, buen siervo y fiel... entra en el gozo de tu señor” [Mateo 25:21] (In Heavenly Places, p. 300; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 302).
La buena voluntad de los creyentes macedonios para sacrificarse era resultado de la consagración completa. Movidos por el Espíritu de Dios, “a sí mismos se dieron primeramente al Señor” (2 Corintios 8:5); entonces estaban dispuestos a dar generosamente de sus medios para el sostén del evangelio. No era necesario instarlos a dar; más bien, se regocijaban por el privilegio de privarse aun de las cosas necesarias a fin de suplir las necesidades de otros. Cuando el apóstol quiso contenerlos, le importunaron para que aceptara sus ofrendas. En su sencillez e integridad, y en su amor por los hermanos, se negaban alegremente a sí mismos, y así abundaban en frutos de benevolencia.
Cuando Pablo envió a Tito a Corinto para fortalecer a los creyentes de allí, le indicó que edificara a la iglesia en la gracia de dar; y en una carta personal a los creyentes, él también añadió su propio llamamiento. “Por tanto, como en todo abundáis ---les rogó- en fe, y en palabra, y en ciencia, y en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, que también abundéis en esta gracia” [2 Corintios 8:7] (Los hechos de los apóstoles, p. 276).
Cristo guardará los nombres de todos los que no consideran ningún sacrificio demasiado costoso para ofrecerlos a él sobre el altar de la fe y el amor. Él lo sacrificó todo por la humanidad caída. Los nombres de los que son obedientes, los que se sacrifican y los fieles estarán esculpidos en las palmas de sus manos; no serán vomitados de su boca, sino que serán tomados en sus labios y él rogará especialmente en favor de ellos ante el Padre. Cuando los egoístas y orgullosos sean olvidados, ellos serán recordados y sus nombres serán inmortalizados. A fin de ser felices, debemos vivir para hacer felices a otros. Es bueno que presentemos nuestras posesiones, nuestros talentos y nuestros afectos en una agradecida devoción a Cristo, y en esa forma encontraremos felicidad aquí y una gloria inmortal en el más allá (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 358).
================== NOTAS DE ELENA LECCIÓN DE ESCUELA SABÁTICA III TRIMESTRE DEL 2019 Narrado por: Patty Cuyan Desde: California, USA
No hay comentarios:
Publicar un comentario