Obra: Ehivar Flores Herrera. |
Los judíos enseñaban que antes de que se extendiera el amor de Dios al pecador, éste debía arrepentirse. A su modo de ver, el arrepentimiento es una obra por la cual los hombres ganan el favor del cielo. Y éste fue el pensamiento que indujo a los fariseos a exclamar con asombro e ira: “Este a los pecadores recibe”. De acuerdo con sus ideas, no debía permitir que se le acercaran sino los que se habían arrepentido. Pero en la parábola de la oveja perdida. Cristo enseña que la salvación no se debe a nuestra búsqueda de Dios, sino a su búsqueda de nosotros. “No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se apartaron” (Ro-manos 3:11, 12). No nos arrepentimos para que Dios nos ame, sino que él nos revela su amor para que nos arrepintamos.
Cuando al fin es llevada al aprisco la oveja perdida, la alegría del pastor se expresa con himnos melodiosos de regocijo. Llama a sus amigos y vecinos y les dice: “Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que se había perdido”. Así también cuando el gran Pastor de las ovejas encuentra a un extraviado, el cielo y la tierra se unen en agradecimiento y regocijo (Palabras de vida del gran Maestro, p. 148).
Cualquiera sea el carácter de vuestro pecado, confesadlo. Si lo habéis cometido únicamente contra Dios, confesadlo solo a él. Si habéis dañado u ofendido a otros, confesadlo también a ellos, y la bendición del Señor reposará sobre vosotros. Así es como moriréis al yo, y Cristo se formará en vosotros…
Cuando los hombres, tentados por Satanás, cometen faltas, y sus palabras y comportamiento no son cristianos, tal vez no vean su condición, porque el pecado es engañador, y tiende a amortecer las percepciones morales. Pero mediante el examen de sí mismos, la investigación de las Escrituras y la humilde oración, con la ayuda del Espíritu Santo, serán capacitados para ver su error. Si entonces confiesan sus pecados y los abandonan, el tentador no les parecerá como ángel de luz, sino como un engañador…
Los que reciben el reproche y la corrección como de Dios, y así pueden ver y corregir sus errores, están aprendiendo preciosas lecciones aun de sus errores. Su aparente fracaso es tomado en victoria. Se enderezan, no confiando en su propia fuerza sino en la fuerza de Dios. Tienen sinceridad, celo y afecto, unidos a la humildad y controlados por los preceptos de la Palabra de Dios… Caminan, no tambaleantes sino seguros, en el camino donde resplandece la luz del cielo (That I May Know Him, p. 239; parcialmente en A fin de conocerle, p. 238).
[Dios] no puede soportar la presencia del pecado. Esto es lo que su alma odia. Aun a los ángeles que estaban cerca de su trono, a los cuales él amaba, pero que no guardaron su prístino estado de lealtad, Dios los arrojó del cielo con su rebelde dirigente. La santidad es el fundamento del trono de Dios; el pecado es lo opuesto a la santidad; el pecado crucificó al Hijo de Dios. Si los hombres pudieran ver cuán odioso es el pecado, no lo tolerarían, no se educarían en él. Lograrían una reforma en la vida y el carácter. Las faltas secretas serían vencidas. Si habéis de ser santos en el cielo, debéis primero ser santos en la tierra (Testimonios para los ministros, p. 145).
Viernes 20 de octubre: Para estudiar y meditar
Reflejemos a Jesús, “La sangre de Cristo fue derramada para per-donar nuestros pecados”, p. 69
tomado de:
Notas de Elena | Jueves 19 de octubre 2017 | El evangelio y el arrepentimiento | Escuela Sabática
No hay comentarios:
Publicar un comentario