Por Joel García Cobos.
Jesús andaba recorriendo los
pueblos y aldeas de Galilea, en esta ocasión anduvo 9 kilómetros de Nazaret a
la aldea de Naín, en la ladera agradable del monte Moré, lo seguían sus
discípulos y una enorme multitud. Muy
cerca de la puerta, otro gran contingente salía, una destrozada viuda iba en
camino a sepultar a su hijo, su único hijo. El llanto desgarrador de las
plañideras aumentaba el dramatismo a la desgarradora escena. Todos se
compadecían del presente de la mujer anciana, pero en el fondo les aterraba aún
más su futuro de mendicidad y sin esperanza.
Jesús se
detuvo ante tal escena, se conmovió
profundamente y miró con amor a la atribulada mujer que caminaba detrás del
féretro como dormida, quebrantada por el dolor, la Fuente y Dador de la vida se
encontró frente a sí a la muerte resultado de la transgresión edénica, caminó
hacia la mujer y clavó sus ojos en los
de ella inflamados por tantas horas de llanto, sintiendo un gran dolor por su
dolor le dijo: __”Mujer, no llores. Solo cree.”
Luego, con
paso decidido caminó otros pasos y alcanzó el féretro, al tocar el rústico
mueble, los hombres se detuvieron de inmediato y lo colocaron sobre el suelo, Jesús
se acercó al rostro del muchacho ya rígido, le habló con voz potente y llena de autoridad:
__” Muchacho, te ordeno que te levantes.”
Las
plañideras y cantores escucharon la
sentencia y la recibieron como un latigazo de
energía recorriendo todo su cuerpo, de inmediato cesaron y se quedaron
expectantes a lo que haría ese sencillo hombre del cual todos hablaban, se
escuchó un murmullo que fue creciendo, el joven abrió lentamente los ojos,
parpadeó varias veces deslumbrado por la claridad, vio al hombre moreno parado frente a él que le
sonreía y le tendía la mano, al asirse de ésta, el muchacho dijo unas palabras
que se perdieron en el barrullo que cada vez iba en aumento.
Los
discípulos de Jesús llegaron con presteza, ayudaron al mancebo a desataron de las
ataduras mortuorias, la madre corrió y fue testigo de sus incipientes y torpes
movimientos con los que volvía a la vida, lo abrazó y lo besó en repetidas
ocasiones, primero con una expresión de estupefacción seguida de una inmensa
alegría, Jesús también sonreía, los
abrazó y con una expresión de manos le
dijo: __”Aquí está tu hijo.”
Una ola de
alabanzas se escuchó en el confín, unos se arrodillaban en silenciosa
reverencia, otros daban de saltos y gritaban: __”Bendito el que viene en el
nombre del Señor; otros más decían: __”Dios ha visitado a su pueblo” unos exponían
que era un gran profeta, otros que era el Mesías.
Recreación basada en: Evangelio de Lucas 7: 11 al 17.
Ilustración tomada de: https://www.google.com.mx/search?q=la+viuda+de+nain&biw=1424&bih=767&source=lnms&tbm=isch&sa=X&sqi=2&ved=0ahUKEwjdntuk67rQAhULiFQKHUPeC1cQ_AUIBigB&dpr=1#imgrc=1rublAAn7VihUM%3A
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