lunes, 21 de noviembre de 2016

La viuda de Naín.

Por Joel García Cobos.

Jesús andaba recorriendo los pueblos y aldeas de Galilea, en esta ocasión anduvo 9 kilómetros de Nazaret a la aldea de Naín, en la ladera agradable del monte Moré, lo seguían sus discípulos y una enorme multitud.  Muy cerca de la puerta, otro gran contingente salía, una destrozada viuda iba en camino a sepultar a su hijo, su único hijo. El llanto desgarrador de las plañideras aumentaba el dramatismo a la desgarradora escena. Todos se compadecían del presente de la mujer anciana, pero en el fondo les aterraba aún más su futuro de mendicidad y sin esperanza.

Jesús se detuvo ante tal escena,  se conmovió profundamente y miró con amor a la atribulada mujer que caminaba detrás del féretro como dormida, quebrantada por el dolor, la Fuente y Dador de la vida se encontró frente a sí a la muerte resultado de la transgresión edénica, caminó hacia la mujer  y clavó sus ojos en los de ella inflamados por tantas horas de llanto, sintiendo un gran dolor por su dolor le dijo: __”Mujer, no llores. Solo cree.” 

Luego, con paso decidido caminó otros pasos y alcanzó el féretro, al tocar el rústico mueble, los hombres se detuvieron de inmediato y lo colocaron sobre el suelo, Jesús se acercó al rostro del muchacho ya rígido, le  habló con voz potente y llena de autoridad: __” Muchacho, te ordeno que te levantes.”

Las plañideras y  cantores escucharon la sentencia y la recibieron como un latigazo de  energía recorriendo todo su cuerpo, de inmediato cesaron y se quedaron expectantes a lo que haría ese sencillo hombre del cual todos hablaban, se escuchó un murmullo que fue creciendo, el joven abrió lentamente los ojos, parpadeó varias veces deslumbrado por la claridad,  vio al hombre moreno parado frente a él que le sonreía y le tendía la mano, al asirse de ésta, el muchacho dijo unas palabras que se perdieron en el barrullo que cada vez  iba en aumento.

Los discípulos de Jesús llegaron con presteza,  ayudaron al mancebo a desataron de las ataduras mortuorias, la madre corrió y fue testigo de sus incipientes y torpes movimientos con los que volvía a la vida, lo abrazó y lo besó en repetidas ocasiones, primero con una expresión de estupefacción seguida de una inmensa alegría,  Jesús también sonreía, los abrazó y con una expresión  de manos le dijo: __”Aquí está tu hijo.”

Una ola de alabanzas se escuchó en el confín, unos se arrodillaban en silenciosa reverencia, otros daban de saltos y gritaban: __”Bendito el que viene en el nombre del Señor; otros más decían: __”Dios ha visitado a su pueblo” unos exponían que era un gran profeta, otros que era el Mesías.  



Recreación basada en: Evangelio de Lucas 7: 11 al 17.

Ilustración tomada de: https://www.google.com.mx/search?q=la+viuda+de+nain&biw=1424&bih=767&source=lnms&tbm=isch&sa=X&sqi=2&ved=0ahUKEwjdntuk67rQAhULiFQKHUPeC1cQ_AUIBigB&dpr=1#imgrc=1rublAAn7VihUM%3A



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