viernes, 17 de junio de 2016

La religión judía.


Por Joel García Cobos.

Hay en el mundo solo tres religiones monoteístas y reconocen a Jesucristo. El Judaísmo, la más antigua  de las 3, el Cristianismo y el Islam, esta última solo tiene a Jesús como un profeta y  no  como Dios. Las 3 tienen a Abraham como Padre de su fe. Las demás religiones adoran a muchos dioses.  

Aunque la promesa del Mesías, fue dada a Adán y por lo tanto a toda la raza caída,  curiosamente el judaísmo se dio  a sí mismo la misión de esperarlo,  pero es muy lamentable su error, pues creían que vendría como un poderoso y soberbio guerrero que los salvaría de la opresión del Imperio Romano, y restauraría su religión, sus tradiciones  y su nación, con lo cual volverían a los años de esplendor de su inolvidable rey David.

Error que la humanidad ha pagado. De la nación judía nacería el Mesías, pero no venía a beneficiarlos solo a ellos,  esperaban un beneficio material, al no ser así rechazaron el don espiritual creyendo que así siguiera viviendo su nación. El Mesías se ofreció al hombre que se reconocía  pecador  y que necesitaba a un Salvador. Los judíos por sentirse descendientes de Abraham decían que no eran pecadores, por lo tanto  no   necesitaban al Cordero pascual.

Jesucristo no es una religión ni pertenece a ninguna nación en especial, el vivir a la altura de nuestro Creador se ha confundido con rituales y esplendores, en el evangelio de  Juan 1: 17  dice que la vida eterna es conocer a Dios y a Jesucristo a quien Él ha enviado. Dios quiere adoradores personales, que lo necesiten en su vida cotidiana, hablar con ellos cara a cara, ahí están los ejemplos de Abraham, Isaac y Jacob que le cambió el nombre a Israel, ellos platicaban con él, le  decían que querían  un hijo, que  tenían miedo, calor o frío. En el mejor  de los casos, los descendientes fieles de estos 3 varones, transmitieron sus ordenanzas pero sobre todo sus experiencias personales a las nuevas generaciones.  En este mismo grupo de triunfadores está Moisés, que también  platicaba con él.

El esperar al Mesías, era tan solo una parte del pacto de Dios con Adán,  con ellos 3, con Moisés  y  todo el pueblo. La otra mitad era que serían una nación santa, de sacerdotes, y al transmitir esas vivencias a los pueblos vecinos, tantas maravillas, darían a conocer a ese Dios amoroso y todopoderoso a todas las naciones del planeta para que se convirtieran y lo esperaran.

Pero los judíos perdieron la brújula, se volvieron idólatras, egocéntricos y excluyentes, mataron a todos los profetas que Dios les envió para enderezar su camino,  no esperaron al Mesías, desde entonces esperan  al Anticristo, y al venir hasta lo mataron, Dios en su misericordia cumplió su pacto, vino a hacer tantos milagros a ellos, en su territorio.

Pero  al rechazarlo, les dio una prueba definitiva que Él también los desechaba por completo como nación. Jesús se los dijo primero en parábolas  como el árbol que no da frutos, luego con todas sus letras cuando lloró por Jerusalén y  afirmó que les dejaba la ciudad desierta. También con simbolismos, al morir Jesús, el hermoso velo del templo que dividía el lugar Santo del Santísimo se rompió de arriba hacia abajo; Se quedaron atónitos y horrorizados los sacerdotes oficiantes y la muchedumbre participante, con el ruido y la confusión, el cordero pascual que estaba por ser inmolado desapareció, en lugar de este solemne rito, densas tinieblas aparecieron desde las 12 del día, actuando sobre sus ennegrecidas conciencias. El mensaje estaba claro. La viña fue dada a otros,  ya no era necesario seguir con los ritos del sacrificio, pues él finalmente murió, cumplió el Pacto, la promesa  de su Padre, con ejemplar exactitud.

Si no quisieron comprender el cumplimiento de tantos siglos de espera,, era responsabilidad de ellos, pues cerraron los ojos y lo negaron y rechazaron, como en nuestros días.

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