Por Joel García Cobos.
Dios en su infinito amor, creó un
hermoso hogar para sus hijos. Con cuanta ternura nos imaginó a su imagen y
semejanza y nos rodeó de lo mejor para nuestro desarrollo físico, moral e
intelectual.
Él dijo y fue hecho, de la nada
creó la materia para afirmar el universo con sus millones de millones de astros
y maravillas. Su Palabra es poder y en 6 días hizo el ornamento del universo, cada día añadió un elemento que llegaron a formar
nuestro placentero hábitat: desde la luz emblemática de él, día y noche en el
primer día: luego hizo los cielo en el
segundo día; la tierra, el mar y las hermosas plantas el tercer día; el Sol, la Luna
y las estrellas, en el cuarto día;
peces, aves y monstruos marinos en el
quinto día; creó también animales terrestres, al hombre y a la mujer, en el
sexto día.
El lejano sol, con su debida
distancia lo estableció pensando en nosotros, y diseñó la Luna para que ambos nos dieran
la base para contar los tiempos; introdujo el aire puro como nuestro primer
alimento; implantó el agua salubre e incolora como segundo alimento; y los
frutos, hortalizas y granos para nuestro sustento y recobro de energía. Y vio
que todo era bueno.
Y en el séptimo día descansó, bendiciendo y santificando el
sábado, no porque él se hubiera cansado, sino como un ejemplo que nosotros
debemos seguir, y un recuerdo que él es nuestro creador y
tiene el poder para sustentarse.
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